8 de agosto de 2014

LA MUERTE AZUL







1 
-Kail-


Kail pegó su cuerpo a la semi destruida pared y se quedó inmóvil, agazapado y silencioso.
La oscuridad era muy densa. La noche, que se había adueñado de todo, tapaba las cosas con un manto tan espeso que no se podían definir los colores. Todo parecía convertirse en sombras sin vida. Ni si quiera la pequeña luna hizo acto de presencia, esta vez, oculta tras un opaco velo de nubes, aunque desde su última traslación e incluso con el cielo despejado ya no se divisaba casi nunca desde algunas ciudades. 
Recordó que, antes de la guerra, era un grandioso disco blanco, luminoso y bello que desde las alturas alumbraba con su fría y hermosa luz plateada todo su reino nocturno. 
Ahora apenas era un punto marrón, poco más grande que un cacahuete y su brillo era como una baliza roja que recordaba constantemente, a cada día que pasaba, que se alejaba un poco más de su órbita. 
Pronto dejaría de ser visible y en unos pocos meses más comenzarían los desastres predichos por los científicos de la época. Aunque eso realmente ya no importaba. Después de lo sucedido en estos últimos seis años, Kail confiaba que en cuanto la luna desapareciera totalmente y los mares tomaran la tierra que les pertenece él haría tiempo que ya estaría muerto.
Un ruido sordo le sacó de sus pensamientos. De nuevo su cuerpo se tensó y se pegó a la arruinada pared con tanta fuerza que pareciera que quisiera traspasarla.
Montó despacio el cerrojo de su fusil de asalto y el pequeño ruido metálico que ocasionó pareció en sus oídos como el violento restallar de un rayo. Aguantó la respiración, elevó unos grados el cañón de su arma hasta la altura de su pecho y allí lo mantuvo.
Esperaba oír seguidamente los gruñidos característicos de algún “llorón” que estuviera merodeando por los alrededores, pero pasados unos segundos no oyó nada.
De pronto un gato enorme, con los ojos rasgados de verde esmeralda, le cayó encima desde arriba dándole un susto de muerte. A pesar del sobresalto Kail no movió ni un solo músculo. Su cuerpo ya estaba acostumbrado a reaccionar de ese modo.
El felino olisqueaba descaradamente su ropa. Sin duda buscaba algún bocado y no aparentaba tenerle el menor temor. Kail sabía que los animales que estaban asilvestrados ya tenían el hábito de deambular entre cadáveres en busca de algo apetecible que llevarse al estómago. Rezó por que el felino no se fijara demasiado en el brillo de sus ojos y los tomara por algún manjar, ya que entonces tendría que matarlo.
Sigilosamente y apenas moviendo su mano izquierda unos milímetros por segundo consiguió desabrochar el seguro de la funda que sujetaba el machete que llevaba adosado en el cinturón, junto a su pierna, pero no llegó a desenfundarlo. Se dio cuenta de que el gato estaba en alerta, dándole la cola y mirando fijamente hacia el frente. Sabía que algo, ahí fuera, captaba toda la atención del animal y eso lo puso aún más nervioso.
Con un ágil movimiento, el gato saltó sobre sus cuatro patas atrapando una invisible presa para Kail. Oyó un estertor y supuso que el felino había atrapado una de esas asquerosas ratas “lloronas”. Suspiró aliviado al comprobar que se marchaba con su botín. Envidió la prodigiosa virtud que tenían esos animales para ver en la oscuridad pero pensó que nunca se cambiaría por ese gato. Sin saberlo, con esa captura el felino había firmado su sentencia de muerte.

Pasados unos minutos en completo silencio, se levantó sigiloso y se dirigió hacia el portal del edificio más cercano.
Necesitaba dormir, descansar con cierta seguridad y esto no podría conseguirlo en la negra calle de una ciudad medio muerta.


2 
-La entrada-


Entrar en el edificio no fue ningún problema para Kail. La puerta de acceso estaba marcada con el triangulo azul, como la mayoría de las que vería en cualquier ciudad y se encontraba sellada simplemente con maderas y clavos, cosa que le garantizaba que allí no había entrado nadie aún.
Con la culata del fusil rompió los últimos trozos que no pudo arrancar con las manos. Por cada golpe que daba contaba al menos treinta segundos en silencio esperando cualquier tipo de reacción por los alrededores, cosa que no sucedió.
En pocos minutos la entrada quedo libre. Encendió su linterna y comenzó a explorar el interior del portal. Un poco al frente se adivinaban algunos bultos y, junto al olor a podredumbre, quedaba bien claro lo que iba a encontrar. Anduvo unos pocos pasos y notó como el suelo crujía bajo sus botas. Enfocó la luz al suelo y vio que estaba sembrado de pequeños huesos. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. ¡Maldita sea! 
De todos aquellos edificios abandonados tenia que haber entrado en una “guardería”.

Dentro de la infinitud de los horrores de los que últimamente había sido testigo, las “guarderías” eran uno de los peores. Allí se hacinaban a los niños que ya estaban perdidos, irrecuperables, y sencillamente se les abandonaba. En completa dejadez sufrían todos y cada uno de los pasos del horrible desarrollo del virus. Se les dejaba a su suerte convenientemente ocultos a los que aún estaban sanos. Al principio de la guerra a algunos misericordiosos les pareció más humano acabar con ellos de un disparo, cuando estos pequeños ya no eran más que bestias frenéticas, pero a otros les resultaba una atrocidad y al final, como siempre, la decisión última fue la peor: 
Dejarlos morir solos, abandonados y clandestinos. 
Luego, cuando ya no había tantas balas como para eliminarlos a todos ni medios para controlarlos, unos y otros miraron para otro lado.

Se puso en alerta y siguió avanzando despacio, en silencio sepulcral.
Después de tantas vivencias, Kail realizaba cualquiera de sus movimientos como si tan solo fuera una sombra. Incluso su respiración, aún alterada por la tensión como era el caso, no pasaba de un levísimo murmullo. En unos pocos pasos llegó a la altura de los bultos que había divisado desde la puerta y confirmó su sospecha. Apilados, encontró los cadáveres de mas de quince niños. El olor era insoportable, pero el aspecto que tenían le terminó de revolver las tripas. Aún después de tantos años le seguía impresionando las muecas que quedaban en las victimas, tras la muerte azul. 
Observó a uno de los niños apilados más arriba. La boca exageradamente abierta mostraba unos dientes muy pequeños y retraídos dentro de los restos de sus podridas encías. Los ojos, hundidos de forma tan grotesca, le daban al rostro el aspecto de una mascara. Sobre los pómulos quedaban rastros aún identificables del liquido azul que, como lágrimas de acido, habían cuarteado y marcado las mejillas dejando unas horrorosas cicatrices en lo que fuera la piel. Así es como pareciera que estaban continuamente llorando. Luego, en algún lugar, a algún cretino se le ocurrió llamarlos “llorones” y ese nombre se popularizó.
Sintió nauseas y apartó la mirada de aquel pobre niño, que seguramente no llegó a cumplir los diez años cuando su vida se trocó en una pesadilla. Una sensación de lástima y asco acabó por invadirlo.

Enfocó su linterna al fondo del portal, por encima de los cadáveres y observó que las escaleras aún se encontraban practicables.
Procurando no rozarse demasiado contra los despojos, pasó sobre ellos y alcanzó las escaleras. Comenzó a subir con precaución, comprobando cada uno de los escalones. Kail sabía sobradamente que un mal paso podría derivarle en una fractura, en una lesión, y eso sería sin duda su muerte.
Oyó un sonido gutural por encima de su cabeza y alzó automáticamente el sub-fusil en la misma dirección.
Después de todo, al parecer, no estaba solo.


3
-Agujero-



Escuchó durante unos segundos y el sonido se volvió a repetir. 
Parecía un lamento ahogado y esto le hizo quitar el seguro a su arma.
Subió despacio hasta el primer rellano sin encontrar nada sospechoso. Únicamente los destrozos típicos de un lugar que estuvo en guerra. Cascotes, hierros y restos de hogueras era lo único visible a la luz de su linterna. Continuó hasta la altura del segundo piso y tuvo que pararse repentinamente. En el rellano siguiente divisó un gran socavón practicado en el suelo, seguramente producido por la acción de algún explosivo. Enfocó la luz hacia el fondo del hueco y allí encontró la causa de aquellos sonidos; Dos llorones, uno de ellos adulto y el otro que no era más que un niño, deambulaban sin rumbo chocando contra las paredes y volviendo continuamente sobre sus pasos dentro del espacio tan reducido donde habían quedado atrapados. 
Kail observó que estaban extremadamente delgados pero no mostraban signos de la cuarta fase y por tanto de haberse atacado entre ellos, ya que aún conservaban todos sus miembros. Si el canibalismo no les había surgido todavía seguramente sería porque llevaban poco tiempo allí. Después de observarles durante algunos segundos para confirmar que no podrían salir por sus propios medios, Kail se colgó el arma de nuevo asegurada a la espalda, sobre su mochila, y agarrándose cuidadosamente a los hierros que quedaban alrededor del hoyo pasó por encima de los llorones. 
Estos, le miraban sin comprender y solo acertaban a gritarle desgarradamente. Para ellos, Kail no era más que un trozo de comida que se movía extraordinariamente rápido.
Cuando estuvo al otro lado del rellano, en sitio seguro, volvió a enfocarlos con la linterna. Aquellos dos seres no paraban de escandalizar, de gemir, y eso no era nada bueno para su seguridad. Se zafó de su mochila y buscó en su interior la fría y larga barra de un silenciador. Desenfundó la pistola que llevaba en el cinto y atornilló la pieza metálica a la bocacha de su Beretta. Cuando se disponía a acabar con los sufrimientos de aquellos desgraciados, un crujido a su espalda le erizó de golpe todo el vello de su cuerpo. ¡Alguien le acechaba desde la oscuridad!

Sin ejecutar ni un solo movimiento brusco depositó la pistola en el suelo y extrajo el machete de su funda. De pronto, al contrario que en todos sus movimientos anteriores, Kail rodó sobre si mismo con la rapidez y agilidad de un felino y en menos de un segundo traspasó el vano de la puerta a su espalda. Agazapada en la esquina vio la sombra de un bulto y se lanzó sobre él.
Agarró la figura por el cuello confirmando que se trataba de otro niño, por la menudencia de su cuerpo. Le aplicó velozmente la hoja acerada en el cuello y cuando se disponía a ejercer la fuerza necesaria para desgarrárselo, una sola palabra detuvo su mano en seco.
- ¡No!
Kail dedujo en un instante que si aquella criatura articulaba palabras inteligibles no debía de ser un llorón. Quedó un par de segundos en silencio, pero sin aflojar ni un milímetro la fuerza sobre su presa.
- ¿Quien eres?
- ¡No me mates, por favor…por favor…!
- ¡Quien eres! – repitió enfurecido.
- ¡Soy Shinda!¡Me llamo Shinda…por favor…! – y comenzó a gemir.
Kail soltó bruscamente a la niña y la lanzó de un manotazo en medio de la habitación. Alumbró su cara con la linterna y supuso que no tendría más de 16 años. Estaba flaca, desnutrida, casi en los huesos. Los surcos de las lágrimas le recorrían las sucias mejillas, pero no eran surcos de llorones, si no de lágrimas de verdad. Lágrimas humanas. 
Estaba aterrorizada y sus manos temblaban violentamente dentro de los harapos demasiado grandes para su cuerpo y que vestía como ropa.
Kail guardó su machete y volvió sobre sus pasos a recoger la pistola. Ajustó el silenciador al arma y apuntó a los llorones, que seguían gritando desde el foso, dispuesto a acabar con ellos.
- ¡No los mates por favor, no lo hagas! – gritó la niña desde la oscuridad.
- ¡Por qué no habría de matarlos – dijo Kail sobreponiendo su voz ante los gritos desesperados de los llorones - …no son más que escoria!
- ¡No! ¡Son mi padre…y mi hermano! ¡Te pido que los dejes vivir!
Kail se giró y se acercó a la niña.
- ¿Cómo que ellos son llorones y tu no?
- Ellos ya estaban enfermos…yo no…yo los cuidaba – gimió – Cuando se empezaron a poner mal mi padre se metió junto con mi hermano allí a propósito, para protegerme. Yo les he estado dando de comer, por eso aún no se han mordido…Son la única familia que me queda.
- Tu ya no tienes familia niña – dijo en voz baja – Yo soy la familia que te queda. ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
- Creo que unos seis o siete días, no sé exactamente. Esto siempre está muy oscuro…Entramos por una ventana del piso de arriba y luego la volvimos a sellar... -Shinda observó detenidamente a Kail - ... No sabía que aún quedaran soldados.
- Y no quedan. Yo soy el último de mi escuadrón. Además, ya no soy soldado. No queda patria ni nada que defender en esta tierra. Levántate niña. Debemos buscar un sitio donde pasar la noche con seguridad. Este piso no es más que una ratonera. Con esos…con tus familiares gritando pronto acudirán más llorones y entonces tendremos verdaderos problemas.
- De acuerdo – dijo la pequeña -…Y no me llames niña. Me llamo Shinda, soldado. ¿Tú tienes nombre?
- Y tú no me llames soldado. Kail. Así me llamo. Shinda, curioso nombre… ¿es Debrariano?
- Si. Mi madre era muy partidaria de ellos antes de la guerra. Luego ella murió por su culpa. Ahora este nombre me da asco.
- Te entiendo. A todos nos da asco lo que tenga que ver con los Debrarianos. Pero dejemos la charla para después. Hemos de encontrar un sitio seguro para poder descansar y comer algo. Vamos a los pisos de arriba. ¿Has estado más arriba?
- Solo en este y en el tercero. Allí tengo un pequeño campamento. No quería estar aquí junto a ellos. Sus gritos me asustan. Más arriba no he subido. Me da miedo. No sé lo que hay, pero no se oyen ruidos. Parece que todo está vacío.
- Está bien. Ya los exploraremos para estar seguros. Ahora marchémonos de aquí. 
- Kail…Si nos vamos, prométeme algo.
- Te acabo de conocer. No se si eres merecedora de promesas.
- En serio...Prométeme que serás bueno con mi familia.
- Lo seré.- respondió sin dudar- Te prometo que deseo lo mejor para ellos.
- Gracias.
- Ahora comienza a subir. Yo recojo mis cosas y te sigo.
- Está bien…- Shinda se levantó y, con la destreza que le otorgaba el conocimiento, subió en plena oscuridad hacia el siguiente nivel.

Kail agarró su mochila y el fusil. Vio a la niña desaparecer por las escaleras y empuñó nuevamente su pistola. Miró a los llorones, que seguían gimiendo en el fondo de su trampa.
- Le he prometido a tu hija y a tu hermana lo mejor para vosotros y yo soy un hombre de palabra. 
Esto, es lo mejor que os puedo dar. – susurró.

Cuatro disparos, que apenas sonaron en la estancia debido al silenciador, acabaron certeramente con las miserables vidas del padre y del hermano de Shinda.

Un agujero en la cabeza y otro en el corazón, tal y como siempre le enseñaron

4
-Cuidado con lo que deseas-



Kail alcanzó el tercer piso sin encontrar más obstáculos. En el rellano tan solo una puerta permanecía abierta. Los demás domicilios aún se encontraban sellados. Al fondo se percibía el leve resplandor de una pequeña hoguera como única iluminación desde el centro de la estancia. Al no ver ni rastro de la niña avanzó con cautela. Encendió su potente linterna y se adentró en el piso. Nada más traspasar el vano de la puerta pudo ver a Shinda arrinconada contra la pared al fondo del departamento. Al alumbrarla vio el cuchillo que sujetaba a la altura de su pecho, apuntándole a él, como si quisiera dispararle desde su punta algún tipo de proyectil. Las manos de la niña temblaban espasmódicamente. Kail hizo caso omiso a la amenaza y continuó adentrándose en el interior. La habitación, que en su tiempo hubo de ser un pequeño salón, estaba exenta de muebles. Solo unas maderas, restos del antiguo mobiliario, se hallaban apiladas en uno de los rincones. Las ventanas del fondo estaban apenas tapadas con un par de maderos, dejando que el aire de la noche penetrara por sus resquicios. Solo persistía polvo y basura, nada diferente al resto del planeta. Al menos allí no olía a cadáver. Alrededor de la hoguerita habían esparcidas por el suelo diversas latas vacías de comida y envoltorios de algunos dulces. Kail contó seis latas y comprendió el precario estado de la niña. Seguramente había estado todos estos días dándole el contenido de los botes a su familia, guardándose para ella solo los dulces. No se puede vivir una semana a base de chocolatinas. De una patada apartó algunos botes y se sentó en el suelo, junto a la hoguera. Se descolgó el fusil y la mochila y los depositó en el suelo. Extrajo algunos alimentos militares secos y deshidratados, una cantimplora y un recipiente. Se dispuso a prepararlos y giró el rostro hacia Shinda;
- Se te van a dormir los brazos si sigues en esa postura – dijo, y volvió la mirada hacia los alimentos que preparaba.
- ¡Eres…eres un asesino!¡ Me has mentido, los has matado…! –sollozó
- Pensé que no oirías los disparos. Tienes buen oído niña. Eso es bueno para estos tiempos que corren. Será mejor que dejes el cuchillo y te acerques. La comida estará lista en pocos minutos y tú tienes el aspecto de alguien que necesita comer urgentemente.
- … ¿Vas…a matarme a mi también…? – susurró con tono aterrorizado.
- ¿Vas a darme motivos para que lo haga? – contestó Kail fijando unos profundos ojos negros sobre ella - …¡He dicho que vengas y te sientes! No me gusta comer esta bazofia fría.
Shinda permaneció en silencio, inmóvil durante algunos segundos. Poco a poco bajó el afilado cuchillo hasta que, por fin, lo dejó caer a sus pies. Se acercó cautelosa y se sentó en el suelo, en el lado opuesto a Kail, agarrándose las piernas con los brazos mirando con detenimiento lo que hacía Kail con la comida. Después de todo, el hambre siempre pudo con el miedo. Él continuaba desmenuzando el seco alimento, lo echó en el recipiente y lo regó con abundante agua. Luego lo depositó encima de las brasas. Un aroma a sopa caliente embargó la estancia en pocos segundos.
- Tuve que hacerlo – dijo Kail sin mirarla. Ella asintió con lágrimas en los ojos. 
- -…Ellos dejaron de ser tu familia en cuanto cayeron enfermos. Tú eras lo suficientemente mayor entonces para saberlo. ¿Que tenias, nueve, diez años cuando comenzó la guerra? A esa edad ya se recuerda todo. Yo aún lo recuerdo todo. Recuerdo haber vivido en un mundo que no estaba amenazado por un virus y en el que no existían los Debrarianos ni la guerra. Recuerdo un mundo azul de día y una luna blanca y redonda por la noche. Este ya no es el mundo que yo conocí niña, sin embargo este es tu mundo ahora. Es el mundo donde hemos de seguir viviendo.
- Yo recuerdo la luna – dijo Shinda con voz más calmada…- A mi madre le encantaba mirar a las estrellas y deseaba conocer un día si existía alguien más, allí arriba. Me contaba miles de historias que se inventaba. Pasábamos horas por la noche mirando al cielo y fantaseando con seres que vendrían de otros planetas, que serian buenos e inteligentes, que querrían conocernos y ayudarnos. Y ahora, ella está muerta…
- A veces lo que uno más quiere no es precisamente lo más conveniente. ¿Murió por el virus? – dijo acercándole el recipiente con la sopa humeante.
- No. Murió en casa, en uno de los primeros ataques. Uno de esos rayos azules de una nave Debrariana cayó en nuestro edificio y aparte de ella lo perdimos todo. Salimos muy pocos con vida y después fue cuando desataron el virus. Me alegro que ella no llegara a ver el horror que esos seres nos traerían.

Shinda acabó con la frugal comida, se levantó y se acercó a la ventana. Por entre los maderos, posó sus ojos en la piedra marron-rojiza que relucía apenas en el cielo. Casi no podía creer que aquella pequeña cosa fuera en su momento un satélite tan hermoso. Algunas estrellas fugaces trazaban el negro cielo de estelas plateadas dejando a su paso una temblorosa línea azul que permanecía durante algunos instantes. Había una verdadera lluvia de ellas. Se quedó pensando unos segundos.
- ¿Cuanto tiempo más crees que tardaran en llevársela del todo?
- ¿La luna? Mm..no sé. Quizás en algunos meses más ya no pueda verse en el cielo, aunque seguirá por algún tiempo ejerciendo su gravedad. Puede ser que en menos de un año o poco más comiencen las mareas o los terremotos o el diablo que sea que pase entonces. Después de todo, nadie sabe a ciencia cierta que ocurrirá.
- Kail, pide un deseo...- dijo de pronto - ¡Hay muchísimas estrellas fugaces! ¡Es precioso, mira!
Kail se levantó con curiosidad y se acercó a la altura de la niña. Se asomó por entre las grietas y vio como el firmamento se llenaba cada vez más y más cerca de una red de trazadas azules y blancas. Giró sobre sus pasos y comenzó a guardar en su mochila los utensilios que había utilizado. Mientras lo hacía miró a la niña que seguía ilusionada viendo el espectáculo agarrada a los maderos de la ventana.
- ¿Ya has pedido un deseo? – preguntó Kail sin parar de recoger sus cosas.
- Si……he pedido que todo cambie… ¿Y tú, también pediste un deseo? – dijo, y al girarse se sorprendió con la celeridad con la que Kail había recogido todas sus pertenencias, incluido el fusil que estaba terminando de colgarse a la espalda.
- Aha…He pedido no morir esta noche - dijo Kail agarrándola y tirando fuertemente de su brazo se dirigieron hacia la salida de la habitación. – Pero de momento, tu deseo es el único que ciertamente va a cumplirse. Nos vamos niña. No son estrellas fugaces. 
Es un ataque Debrariano.


5
-Lección de humanidad-



Intentar abrir los ojos le produjo un increíble dolor. Sus pupilas parecían centellear con pequeñas puntadas azules y cada lucecita era un alfiler para sus corneas. Decidió mantener los ojos cerrados y recapitular.

Primero, pasaría inventario; Notó sus piernas, sus brazos y sus manos, aunque no podía mover ni un músculo. Se notaba en un estado de semi-inconsciencia, como adormecido por alguna droga. El frío que traspasaba por su espalda le hacia reconocer que se encontraba tumbado en una especie de cama metálica, sin sábanas. La ausencia de cualquier ropa le preocupó un instante, pero concluyó que aquello era un problema menor. Sin embargo la desaparición de sus armas y su mochila le turbó. Era consciente que de este modo se encontraba completamente desprotegido. Respirar le ocasionaba cierto dolor en el costado por lo que dedujo que habría algún tipo de lesión por esa zona. Aún estaba vivo, entonces la conclusión es que no tendría una herida mortal. Escuchó atentamente los sonidos que se producían a su alrededor sin conseguir identificar ninguno de ellos. Eran ruidos sordos que parecían manar desde cualquier sitio. A cierta lejanía podía escuchar voces pero eran completamente ininteligibles para él.

Segundo, recordar como llegó a donde estaba; Las imágenes venían a su mente como auténticos flashes y le resultaba costoso hilvanar los acontecimientos. Hizo un esfuerzo, pero su cerebro mezclaba situaciones del pasado con las del presente y seguramente con alguna alucinación, de manera que sus recuerdos eran un autentico caos. Se vio a si mismo, como en un película, de pie hablando con aquel doctor: “Kail, es usted un inmune…pero no se confíe; Cualquier causa normal que matara a un ser humano podría hacerlo con usted, pero puedo asegurarle que el virus Debrariano no lo hará”. Luego, en otra caótica sucesión de imágenes, sin saber bien por qué, recordó los años del primer contacto, de “la venida” como lo llamaron después. Su mente le proyectaba los recuerdos, como si fueran sueños reales y vívidos, de cómo en aquella época los Debrarianos se presentaron sin que nadie los hubiera localizado antes, con sus naves en forma de margaritas gigantescas como campos de fútbol y casi en cada una de las ciudades importantes del planeta y de cómo estuvieron suspendidos sobre esas ciudades más de un año sin mostrarse físicamente mientras adentro se “aclimataban” a las condiciones de la Tierra, según ellos. Cuando por fin descendieron fue un acontecimiento mundial. Su aspecto, curiosamente muy similar al humano excepto por la altura y el color de su sangre, extremadamente azul, tranquilizó a las masas que contaban con que el día que bajaran de sus naves se encontrarían con alguna especie de monstruos alienígenas que poco menos que se los comerían enteros, de modo que todos los ejércitos del mundo se mantenían expectantes y en alerta con las armas preparadas. En cambio, el aspecto agradable y ciertamente familiar biológicamente con el que se presentaron (en realidad se parecían más a asiáticos, pero de gran altura, ojos rasgados, grandes y hermosos, pelo rubio o cano y un color de piel claramente cyan) tranquilizó sumamente a la población en general y a los militares en particular, ya que a modo de presentación pacífica se definieron en todos sus aspectos biológicos y resultaron ser tan mortales como los mismos humanos. 

También resultó que los Debrarianos eran unos seres tecnológicos muy inteligentes y avanzados pero con escasa capacidad armamentística. Ese era un concepto que para ellos no existía. Digamos que en su idioma ni siquiera había una palabra para describir “guerra”. Según se supo posteriormente esta raza tan solo se limitaba a vagar por el universo adquiriendo los recursos necesarios para su existencia y en cuanto encontraban algún impedimento sencillamente se marchaban a otro lugar. Con estas pacíficas condiciones pronto fueron aceptados en prácticamente todo el mundo y se gozó de un transmitir continuo de conocimientos que enriqueció enormemente a la raza humana sobre todo. A cambio, los Debrarianos solo pedían explotar ciertos recursos que necesitaban y que se encontraban mayormente en la Luna. Esto no supuso ningún problema a las autoridades que dieron carta blanca al proceso, ante la incapacidad tecnológica de la raza humana para aprovechar para si esos recursos, siempre dentro de la supervisión de una comisión que se creó para tal efecto. Durante algunos años esta colaboración entre razas supuso una bonanza para ambas especies y la cultura, la biología y la tecnología avanzaron espectacularmente.

Lo que sorprendió en la misma medida a humanos y Debrarianos fue que una pequeña pandemia que ocurrió entre los visitantes que, siendo para ellos poco menos que un resfriado, resultara ser un virus terrible para la humanidad y el resto de las especies animales. Este suceso puso en guardia automáticamente a las autoridades militares y civiles del planeta y en cuanto se conocieron los horrorosos síntomas que el virus desplegaba en todas las especies de la tierra se instó, incluso por la fuerza, a todos los Debrarianos que permanecían en suelo terrestre a que lo abandonaran y se confinaran en aislamiento en sus naves hasta nuevo aviso, ya que la peculiaridad de este virus, como tantos otros terrestres, era la propagación no aérea y tan solo por transmisión de fluidos o contacto directo.

Esta situación se trocó en una verdadera pesadilla de extinción para las especies terrestres ya que ni los Debrarianos tenían un remedio específico para un mal que para ellos no reportaba ningún inconveniente. Un Debrariano infectado pasaba por unos pocos síntomas que no excedian de un malestar y al poco estos síntomas les desaparecían solos; Sin embargo un humano sufría cuatro terribles fases que consistían en: La infección: fiebre altísima con daños cerebrales profundos. La propagación: El virus muta los órganos de todo el cuerpo para adecuarlos a su propia supervivencia, cosa que provocaba terribles hemorragias. El síndrome del muerto viviente: El ser infectado, ya sea humano o animal, entra en un estado comatoso en el cual no mantiene constantes vitales aparentes, aunque el organismo invasor continua latente. Esta fase es la más corta de las cuatro y seria comparable al de una crisálida mientras el virus termina por tomar posesión física y mental del individuo. El dominio: Una vez adaptado totalmente el cuerpo y la mente al virus alienígena, este se transformaba en un parásito que solo vive para comer, manejando el cuerpo ocupado como una marioneta sin consciencia con el único fin de proporcionarse alimento, ya sea de comestibles habituales o cualquier otra cosa orgánica que esté a su alcance. En este periodo, a falta de cualquier otro alimento o ser vivo, se sucede el canibalismo ya que a ese nivel el cerebro está “muerto” y no distingue entre seres iguales, sanos o infectados. A estas alturas de la infección también se producían esas espantosas lágrimas acidas y azules características de los “llorones” y que no eran más que el modo que tenia el parasito interno de deshacerse de sus propios desechos.

Algunos Debrarianos, quizás llevados por un ingenuo deseo de ayudar, se resistieron a los traslados forzosos que les imponían las autoridades conllevando esta situación a algunos sucesos desafortunados en los que se emplearon las armas y estos mismos seres resultaron muertos o heridos. 

Después de estos graves incidentes, completamente incomprensibles para una mente Debrariana, la población alienígena decidió abandonar en masa el suelo terrestre, pero eso sí, sin prescindir de las condiciones del tratado que habían concertado con los humanos, es decir, continuarían con su explotación del satélite.
Esto, como es de esperar, no convenció en absoluto a muchos sectores humanos y se produjeron cientos de disturbios en todo el planeta en contra de los Debrarianos que fueron tratados de plaga por la sociedad. Los militares tomaron la situación de su mano y después de algunas advertencias fallidas se efectuó un ataque nuclear a gran escala sobre nuestro propio satélite para impedir que los Debrarianos continuaran con lo que muchos denominaban “el saqueo”. Lo que nadie pudo esperar es que en respuesta los alienígenas actuaran llevándose lo que por derecho ya consideraban suyo, nuestra Luna, e invirtieron toda su avanzada tecnología en este fin, desplazando en pocos años el astro de su orbita sin tener en cuenta los desastres que causarían al planeta. En la lógica Debrariana, ante una situación conflictiva, optaron por marcharse pero eso si, sin olvidar sus propios recursos y aceleraron este proceso hasta que las armas humanas dejaron de tener el alcance necesario como para poder efectuar un nuevo ataque. La humanidad quedo indefensa ante el virus importado y ante los desastres que depararía la ausencia de la orbita gravitatoria de nuestro satélite. 

Pero sucedió algo más…

La terrible circunstancia de este virus proporcionó un nuevo punto de vista a la raza extraterrestre: El concepto de la guerra. El apoderarse por la fuerza de lo que consideraran imprescindible para ellos y el utilizar los medios necesarios a su alcance, lícitos o no, para la consecución de su fin. 

Esa fue la gran lección que adquirieron de la especie humana.

Y así, los Debrarianos declararon su primera guerra intermundial.

6
-Llorar de alegría también es llorar-



Shinda introdujo los sucios dedos con ansia en el plato metálico. Agarraba la mayor cantidad que podía de aquella pasta y se la llevaba deseosa a la boca sin un solo segundo de descanso. Su avidez era tan feroz que, cuando terminó de devorar el alimento, se vio en los dedos pequeñas erosiones ocasionadas con sus propios dientes. Cuando la escudilla estuvo totalmente vacía la lanzó con furia contra una de aquellas paredes plagadas de luces. 
¡Aún tenía hambre!
Se levantó nerviosa y comenzó a andar de un lado para otro de aquel receptáculo, buscando sin éxito algo más contundente para llenar su hambriento estómago. Tocó con las manos cada una de las esquinas de la estrecha habitación y se volvió a sentar desesperada en el suelo. Las luces parpadeantes que emitían las paredes la volvían loca. El sonido siseante y metálico que la envolvía la ponía aún más frenética. Le parecía que llevaba siglos allí encerrada.

Al rato, un sonido similar a una nota musical le hizo levantar la mirada hacia aquella dirección. Una especie de niebla espesa dejaba entre ver como una parte importante de una de las paredes se deslizaba sigilosamente hacia un lateral, dejando un amplio espacio abierto. Por un momento dudo en levantarse y dirigirse hacia el hueco, pero enseguida, una sombra la intimidó.
El Debrariano entró a la estancia sin hacer ni un solo ruido al caminar. Sus pies descalzos eran tan enormes como el resto del ser que, detenido en el umbral de la entrada, observaba silencioso a la chica.
Aquella criatura, de cerca de 2,50 m, vestía un luminoso traje, ceñido y de una pieza, que contrastaba enormemente en color con su piel cyan. Su cabello, rubio y largo se movía hacia los lados, al tiempo que el aire se escabullía por el hueco que había creado la pared al desplazarse.
Shinda se puso en pie, desafiante.
- ¡Ya era hora! – Gritó gesticulando con las manos -… ¡Llevo una eternidad aquí y quiero marcharme! 
El Debrariano no se inmutó, pero abrió sus labios como si fuera a emitir algún sonido. Sin hacerlo, giró sobre sí mismo y pasó su mano enorme por la pared.
La puerta se cerró lentamente a su espalda.
De un solo paso, ágilmente avanzó hasta la cercanía de la chica que volvió a sentarse en el suelo amedrentada.
- Yo Debrariano al que llaman Shoel – dijo casi en un susurro acercándose a su cara. 
Su voz, como la de todos los Debrarianos, era armónica y profunda.
- Muy bien, tú Shoel, yo Shinda. Echas las presentaciones no tenemos más que hablar. – dijo desafiante -… Ya es tiempo para que me largue de aquí.
- Shoel y los demás son contentos con tú. Bien has sido, pero tú no irte. Tú no terminar aún con Debrarianos.
- ¿¡Que!?..¡No, espera, eso no es lo que dijisteis!...
- Tú acompañas al mundo. Debrarianos necesitan de tú.
Shinda se levantó de un brinco apartándose rápidamente del alienígena y apoyó ambas manos contra el panel a su espalda, buscando desesperadamente el interruptor o lo que fuera que Shoel había tocado para cerrar la puerta.
- Puerta no abrirá – dijo Shoel con tranquilidad - …Puerta abre con pensamiento.
- ¡Malditos mentirosos! – Gritó - ¡Me dijisteis que cuando lo encontrara me liberaríais! ¡Que me quitaríais el maldito bicho y me dejaríais ir!
- ¡Shoel ya explicado! ¡Shinda se queda! Pronto iremos lejos. Otro cúmulo de tierra más lejos de la gran agua, donde tú ayudar otra vez… Ahora si quieres mas comer Shoel dirá para traerte comida a tú.
Shinda pareció resignarse en introdujo sus manos dentro de los bolsillos a modo de rendición.
- ¡Está bien! Aún tengo hambre…por favor, tráeme más comida.
- Esta…bien – dijo el Debrariano imitando el tono de Shinda -…Shoel pide por tú.

El enorme ser se acercó de nuevo hacia donde estuvo la puerta y pasó la mano sin tocar la pared. Se oyó una breve nota musical y una abertura comenzó a aparecer delante de él. Shinda se situó a la espalda del alienígena y buscó algo entre los harapos que vestía. Encontró en la cintura de su pantalón un pequeño aparato del tamaño de un bolígrafo y, cuando el hueco de la puerta fue lo suficientemente amplio, lo aplicó con fuerza contra el cuerpo del Debrariano. 
Un chisporroteo eléctrico de tono verdoso se disparó desde la punta del artefacto haciendo que el Debrariano cayera instantáneamente inconsciente al suelo.
- Shinda se va, Shoel se queda – dijo con una mueca. 

Y, aunque en su interior sentía una gran alegría ante la cercana probabilidad de marcharse de allí, una gruesa lágrima azul celeste le recorrió la mejilla.



Cap.7
-Donde las dan, las toman
-



Se restregó rápidamente con la manga el líquido azul que empezaba a quemarle la mejilla. “No, ahora no, por favor” se dijo para sus adentros. Shinda se quedó unos segundos atrincherada en el vano de la puerta mirando hacia el enorme pasillo, por si detectaba algún movimiento. Excepto las luces y el sonido incesante no atisbó nada ni a nadie. Echo un rápido vistazo al Debrariano que seguía inconsciente en el suelo y, espoleándose de valor, decidió aventurarse por el corredizo.


Era incapaz de recordar con exactitud por donde había entrado a la nave y esto le preocupaba verdaderamente.
En el interior del navío todo parecía similar y muchos de aquellos paneles de las paredes tenían el mismo aspecto que cualquier otro; Sabía que debido a la tecnología de los alienígenas muchas cosas funcionaban de modo muy distinto a las terrestres. Cualquier panel podría servir para una entrada, cualquier espacio para una salida, cualquier botón podría ser una llave o una alarma…solo que los humanos no eran capaces de discernirlo. 
Iba a ser complicado hallar un modo fácil y rápido de escabullirse de allí.

A los pocos minutos giró en una vertiente y se topó de pleno con dos Debrarianos que caminaban en su dirección. 
Eran tan silenciosos que le fue imposible oírlos hasta que los tuvo encima.
Se quedó paralizada, mientras aquellos dos seres la miraron con una cierta expresión de sorpresa en sus rostros.
Los Debrarianos se comunicaron en su propio idioma, similar a los sonidos que emiten los delfines pero más profundos y armónicos, y era completamente imposible diferenciar si gritaban o tan solo hablaban. 
Uno de ellos se acercó más y agachándose hasta la altura de su cara la miró a los ojos, a pocos centímetros de su nariz. Shinda, que hasta podía sentir su aliento, mantenía aferrado el artefacto eléctrico en su mano, tras su espalda, pero en ese momento estaba tan asustada que era incapaz de mover un solo músculo.
El debrariano la observó durante unos instantes con curiosidad, parpadeando velozmente sus grandes y rasgados ojos violetas y amarillos; Alzó su enorme mano azul y la pasó suavemente por la mejilla de Shinda, que permanecía inmóvil como una estatua. 
El alienígena giró el rostro hacia su compañero que esperaba unos pasos más adelante y emitió unos divertidos gorgoteos completamente incomprensibles para Shinda. El otro demostró impaciencia con un gesto. Shinda esbozó una forzada sonrisa sin saber muy bien por qué… y el Debrariano la imito estirando hacia atrás sus delgados labios, dejando a la vista una fina hilera de dientes pequeños y picudos, que helaron la sangre en las venas de la chica.
De pronto, emitió un sonido agudo y sostenido, se irguió y continuó caminando normalmente hacia su compañero. Shinda vio como desaparecían por el recodo mientras seguían “hablando” y gesticulando animadamente. 
Su corazón parecía querer salir disparado de su pecho y respiró profundamente para recuperarse.

Continuó el recorrido y, a unos metros adelante, el color rojizo de otro recinto abierto le resultó familiar. Se acercó con cautela a la abertura que ejercía de puerta y traspasó el umbral.
La estancia, bastante más amplia que en la que ella estuvo, estaba constituida por una camilla metálica justo en el centro y a los lados, cerca de las paredes, se entreveían algunos aparatos supuestamente científicos o médicos que emitían una serie de pequeños pitidos intermitentes. 
La iluminación rojiza, casi infrarroja, dificultaba extraordinariamente la visión y esto, junto a una liviana niebla que envolvía toda la estancia, impedía que Shinda divisara con claridad a poco más de un metro por delante de ella. Se acercó con precaución hacia la camilla y comprobó que estaba vacía. 
Durante unos segundos se quedó desorientada. 
Habría jurado que era el sitio donde habían trasladado a Kail cuando lo subieron a la nave.

Se giró y apenas le dio tiempo a apreciar una sombra que se encontraba justo a su espalda. De pronto, algo oscuro se acercó extraordinariamente veloz hacia su rostro y sintió como el golpe recibido en su pómulo, cerca de la sien, hizo que sus piernas parecieran de gelatina.
Cayó al suelo mientras las luces de la estancia giraban a su alrededor como un carrusel de feria. Un millar de puntitos negros se unieron a las luces y su conocimiento se vertió en la negrura, como el agua en un sumidero.

……….

- ¡Niña! – oyó en la lejanía.
Shinda creía tener el peso de todo el mundo entero en sus parpados. Su cuerpo, sencillamente no le respondía. Sintió como la agarraban de la cintura y de las piernas y de un rápido movimiento se encontró de repente tumbada en la camilla.
- Kail…-musito con un hilo de voz.
- ¡Niña! ¡Creí que eras otro de esos apestosos llorones!
Shinda comenzó a recuperarse y su visión se hizo poco a poco más aguda. 
Las luces ya habían dejado de girarle.
- ¡Kail! – Dijo atropelladamente -… ¡Tenemos que irnos, hay
que salir de aquí cuanto antes!...la nave, se va…la nave…y ese Shoel…lo tumbé y ahora me buscará…
De pronto Shinda cayó en la cuenta
- ¿Otro de esos llorones? – Dijo incrédula-… ¿Hay más llorones en la nave?
- ¿Más? ¡Hay muchos más! ¡Hay cientos! No se que traman esos Debrarianos pero parece que andan recolectando llorones… ¡Pero estos no son iguales! Son llorones, si, pero no se comportan del mismo modo…parecen…. ¡parecen normales! Siguen llorando ese liquido azul, pero he podido hacer hablar a alguna de ellas cuando vinieron a inspeccionarme ¡y me respondían! Así he conseguido mi ropa y mis armas pero creo que me han delatado. Creía que tú eras otra de ellas, que volvías a por mí.
- ¿Otra de ellas? ¿Hay chicas aquí…?
- Si. La mayoría son mujeres. Apenas he visto pasar por el pasillo un par de llorones hombres. Todos los demás que vi eran mujeres…Pero tienes razón. 
Sea lo que sea que esté sucediendo hay que salir de aquí echando chispas. 
¿Puedes incorporarte?
- …Eh si…creo que si – dijo tratando de levantarse con dificultad – ¡Vaya! ¡Pegas fuerte soldado!
- ¡Y tú niña! – dijo Kail ayudándola a alzarse – No se como lo hiciste, pero me dejaste K.O. cuando salimos de aquel edificio Aún me duele el costado y no se bien por qué. Pero no te confundas. Aunque vaya a ayudarte a salir de esta cochambrosa nave no quiere decir que me fíe. Sé que estamos aquí gracias a ti.
- Veo que vas recuperando la memoria…Pero yo no te golpeé Kail…utilicé esto. Ellos me lo dieron – Y le mostró el artefacto eléctrico que aún aferraba en la mano.
- ¿Ellos te lo dieron? ¡Así que ya lo tenías cuando te encontré! Será mejor que de ahora en adelante lo guarde yo - dijo arrebatándoselo – Ya me has demostrado que eres peligrosa y no voy a correr más riesgos contigo. A partir de ahora vas a tener que darme muchas explicaciones niña, si quieres que…

De pronto unos chirridos, como de delfines, tañeron desde el umbral de la estancia. De entre la rojiza niebla, una sombra enorme se les abalanzaba velozmente distinguiéndose, sobre todo, coronada con pelo largo y rubio.
- ¡Kail! ¡Detrás de ti! – gritó angustiada Shinda.

Y ya no pudo articular más palabras.
Una mano enorme y azul la golpeó violentamente en un costado de la cara sumiéndola de nuevo en la más pura inconsciencia.

……….

Mientras tanto, afuera, más de un millón de naves gigantescas en forma de margarita, arribaban a la vez desde más allá de la lejana orbita lunar y estabilizaban su altura a unos pocos cientos de metros por encima de cada una de las que fueron ciudades importantes en la tierra.

Solo, que esta vez, ya no existía ni un solo ejército organizado en todo el planeta Tierra capaz de defenderlo.


Cap.8
-El destino de las estrellas-
 

- ¡Shinda! ¿Donde estás?... ¡Ven corre!... ¡Que maravilloso espectáculo!
- ¡Ya voy mama!

CORRE. CORRE. RESPIRA

- Ven, siéntate a mi lado. ¡Mira que Luna tan hermosa!... ¡Y esas estrellas…! Veras…a la que está más arriba la llaman Polar o Polaris. Aunque su nombre verdadero es Ursae Minoris y está en la Osa Menor. Es la más brillante que ahora podemos ver y la más cercana al Polo Norte. Pero que no te confunda la quietud de las estrellas. Hace muchos, muchos años atrás, no era esta estrella que ves ahora a la que llamaban Polar. Entonces, hace 5.000 años, era otra que se llamaba Thuban y era con la que los navegantes chinos y egipcios se guiaban para navegar.
- ¿Y que pasó con aquella estrella mama? ¿Por qué ya no está?
- Simplemente se marcho cariño. Siguió su destino. El que tienen todas las cosas, incluidas las estrellas.
- ¿Quieres decir que esta estrella que ahora veo llegará un día que no estará nunca jamás en el cielo?
- ¡Nunca jamás! Esa es una afirmación demasiado rotunda para una niña tan pequeña como tú. Nunca podemos decir “nunca jamás” cariño. Lo que pasará es que tendrá que vagar por los cielos y visitar otros lugares durante 25.000 años y un buen día volverá a casa; Y será de nuevo el punto de referencia de navegantes y soñadores, como nosotras.
- Pero entonces… ya no estaremos aquí mama. ¡Estaremos muertas y no podremos verla!
- ¿Y eso quien te lo asegura niña? ¡Quien sabe lo que pasará mañana! ¿Quién puede decir con certeza absoluta que cuando morimos no nos convertimos en estrellas del cielo? 
-
RESPIRA. ¡RESPIRA!

- Eso son cuentos mama. ¡Nadie puede convertirse en una estrella!
- ¿Y por qué no? A ver listilla… ¿Dónde crees que iras cuando mueras?
- No lo sé.
- Entonces niña ¿Por qué crees que sabes justo a donde no iras?
- Porque las estrellas están hechas de otra cosa, de otros materiales que no somos nosotros mama.
- Y entonces, ¿de donde crees que viniste tú niña? ¿Acaso crees que yo te tenía guardada en una cestita como una pequeña fruta esperando a que estuvieras madura para recogerte? No, cariño…Yo no te tenia en mi cuerpo, pero un día llegaste, mi cuerpo se transformó y creó algo que no era yo misma pero sin embargo, parte de mi. Y de repente ¡Plop! ¡Ahí estabas tú!... ¿No te parece más maravilloso que cualquier cuento de fantasía que podamos hacer eso niña?...¿No te parece que si eso pasa, cualquier otra cosa puede ocurrir?
- Mmm…entonces mama… ¿Dónde estaba yo antes de que tú me tuvieras?
- Quizás eras la estrella que un día miraba otra niña, de noche, sentada en el suelo junto a su mama, y que un día se marchó para seguir su camino…
- Mama…
- Dime preciosa
- No me llames niña…Ya no soy una niña.
- ¡Claro que si, mi amor!...Claro que si.

NIÑA…NIÑA… ¡NIÑA!

Shinda abrió los ojos y se incorporó súbitamente. El lugar estaba muy oscuro y apenas pudo apreciar nada de su alrededor. Al momento su garganta y su boca se llenaron de un líquido agrio y comenzó a vomitar con violencia.
- Tranquila niña…respira. Ya pasó todo – oía decir a Kail mientras le sujetaba la cabeza y su enmarañado pelo.
Se fue recuperando y poco a poco su vista se aguzó. Solo recordaba a Shoel atacándola a ella y a Kail y de pronto caer en un negro abismo. Por eso, al ver que ya no se encontraban dentro de la nave se sorprendió en extremo.
- ¿Donde estamos…Que ha pasado…?
- Por lo visto algo bien gordo le hiciste a tu amigo, el de la melenita rubia. ¡Nunca había visto a un Debrariano ponerse tan violento! –dijo Kail exclamando con un silbido -… ¡Se ve que se les ha acabado el cuento pacifista! Intentó matarnos a los dos. Contigo, casi lo consigue, así que tuve que noquearlo. Es fantástico que estos Debrarianos, a pesar de ser tan grandes tengan tan poca dinamita. Pero en cuanto te puso su manaza encima empezaste a convulsionar, como si te hubiera dado un ataque epiléptico, perdiste el conocimiento y al rato entraste en parada. ¡Me has hecho sudar tinta para traerte de nuevo niña! Después mientras intentaba buscar una salida contigo a cuestas encontré de nuevo a Zoe y ella nos guió para salir de la nave y llegar a este sucio sótano abandonado.
- ¿Zoe?... ¿Quien es Zoe?
- Hola niña…Yo soy Zoe
De entre la negrura que les rodeaba una sombra tomó forma y una joven de apenas veinte años se dejó ver. Su aspecto era similar al de Shinda: Delgada, pelo corto y sucio, vestida con retales y tenia unos grandes y hermosos ojos verdes. Lastima que sus mejillas estuvieran cuarteadas de surcos en carne viva.
Shinda se incorporó de un salto y se alejó un par de metros.
- ¡Maldita sea Kail! ¡Es una “llorona”! - dijo señalando lo obvio con su dedo.
- Tranquilízate niña – dijo Kail con seriedad – ¿Recuerdas que en la nave te dije que había podido hablar con algunas “lloronas” que eran distintas? Pues ella es la que me ayudó a recuperar mi ropa y las armas. Y ella es la que nos sacó de allí, así que al menos podías mostrar algo de agradecimiento. 
Shinda se mantuvo unos segundos inmóvil, pensativa y en silencio. 
Que aquella muchacha estuviera allí podía ocasionarle muchos problemas, así que optó por calmarse y se acercó de nuevo al grupo, sentándose junto a ellos.
- Bueno…- dijo Kail emitiendo un bufido – Ahora que ya nos conocemos todos y estamos relativamente protegidos voy a hacer algo de fuego y podremos comer algo. ¿Os parece bien señoritas?
Kail se alzó y con su linterna comenzó a buscar por los alrededores algo con que encender una hoguera.
Shinda no quitaba la mirada de Zoe. 
Aunque no se conocían, se sabían parte una de la otra y la desconfianza podía cortarse con un cuchillo. Al cabo de un par de tensos minutos, Zoe rompió el silencio.
- Hay algo más que no sabes niña. Estabas inconsciente y no lo habrás visto, pero cuando salimos de la nave vimos otra encima de la ciudad. Seguramente será una nodriza… Nunca jamás habían traído hasta la tierra semejantes aparatos… Prácticamente ocupaba todo el cielo visible, es tan grande que apenas se veían las estrellas…
- Nunca digas “nunca jamás” – dijo Shinda con un hilo de voz
- ¿Cómo dices?
- Que no se te ocurra volver a llamarme “niña”.
Zoe la miró durante unos segundos y luego apartó la vista. Kail traía entre sus brazos un montón compacto de pequeñas maderas y se dispuso a hacer fuego. 
Al poco, una pequeña llama repiqueteaba y ofrecía algo de confort en el interior del sucio y frío sótano. Desmenuzó la pasta deshidratada que sacó de su mochila, la puso dentro de una escudilla con agua y luego encima del fuego. La sopa estuvo lista en apenas unos minutos y en sendos recipientes todos la consumieron en silencio y ávidamente.
- ¡Ah! – Exclamó Kail repentinamente - …Shinda, con los nervios del momento no caí en comentarte; He traído a un amigo tuyo con nosotros. Espero que nos sea de gran utilidad…si es que sigue vivo. 
Y enfocó con su linterna hasta un rincón alejado de donde ellos estaban;

Allí, en una fría esquina y sumido en la oscuridad hasta el momento, Shinda distinguió las facciones de su opresor Debrariano: Shoel. 
Estaba tumbado e inconsciente, amordazado y atado en todas sus extremidades. En su costado aún pudo distinguir la marca que ella le había dejado al electrocutarle y en su cuello diviso una gran brecha de la que aún manaba un hilillo de sangre de un color azul intenso. Shinda sintió un escalofrió y bajo la mirada hacia su comida.
Kail se levantó con su plato humeante entre las manos y pensativo se detuvo a un metro escaso del inconsciente alienígena. Lo miró largamente.
- No sé si le gustará mi sopa “gourmet” a este tipo – dijo Kail en tono jocoso - …En realidad no tengo ni idea de lo que les gustará comer a estos bichos…¿Y vosotras?

Shinda y Zoe, apenas iluminadas por el flaco resplandor de la pequeña hoguera se miraron fijamente a los ojos.

Ninguna de las dos contestó a Kail.



Cap.9
-Ve hacia la luz-



En el exterior apenas alboreaban las primeras luces, pero Kail seguía despierto.
Hasta bien entrada la noche estuvo hablando con Shinda y Zoe de banalidades; Recordaron los tiempos de antes de la guerra, a las familias perdidas, a las noches de verano en el mar, a los bosques, a los cines…
Ahora todo aquello había desaparecido.

Sin embargo, durante toda aquella palabrería Kail tuvo la percepción de que ambas esquivaban mantener una conversación que llevara de algún modo a explicar los verdaderos motivos o intereses de cada una de ellas. Sabía que las dos mantenían algún tipo de secreto, alguna motivación oculta que por el momento se le escapaba. Pero él era un hombre paciente y metódico, aunque también perseverante y vehemente. Ya llegaría el momento de poner las cartas sobre la mesa y entonces, de su propia mano, ejecutaría las acciones que fueran más convenientes para la supervivencia, como hasta ahora había hecho. 
No había llegado hasta allí con vida precisamente por ser un mojigato o un inconsciente.

Durante sus años de servicio militar aprendió a madurar las situaciones, a no precipitarse y a actuar con la contundencia que fuera necesaria según las circunstancias. Así se condujo en Irak, en Somalia, en la antigua Yugoslavia… y en cada uno de los conflictos aprendió algo útil para sobrevivir y salir airoso.
También, influenciado del hecho de no haber tenido nunca mujer e hijos, propició que todos sus esfuerzos siempre se decantaran al único objetivo de su propia supervivencia, empleando el método que fuera necesario para este fin, aunque no siempre los métodos aprendidos fueran los más ortodoxos pero evidentemente si los más prácticos. Tenía algunas cosas de las que arrepentirse, otras muchas de las que vanagloriarse y algunas inconfesables, pero ciertamente ninguna de sus actuaciones fue desproporcionada a la situación con la que se enfrentara.
A fin de cuentas, como le dijo a Shinda en su momento, él ya no era un soldado (al uso). Quizás, la diferencia en el matiz estribaba en el abismo que separaba a los soldados convencionales de los mercenarios de elite, como lo era él. 
Pero esta información era algo que no incumbía a una niña desconocida y perdida entre cadáveres andantes y alienígenas.

En el oscuro sótano no había movimiento y ahora se disfrutaba de un periodo de sosiego. Shinda y Zoe dormían profundamente cerca de la pequeña hoguera. 
Sin embargo Shoel estaba despierto. Inmovilizado, incomunicado, pero despierto. 
Kail podía ver el resplandor del fuego reflejándose en sus grandes y oblicuos ojos que parecían llamear desde la oscuridad. Dudó de que ese reflejo fulgurante, que aparentaba fluir desde el mismo infierno, fuera únicamente debido al efecto de la refracción y que quizás fuera una manifestación física del más intenso odio.

Por otra parte, seguía asombrado por la fragilidad mostrada por el Debrariano cuando lucharon en la nave. Le parecía realmente absurdo que un ser tan enorme y aparentemente fuerte fuera tan desproporcionado, tan débil en defender su propia supervivencia. Involuntariamente repasó sus movimientos mentalmente durante los pocos segundos que duró la pelea: Como cuando aquella bestia azul se abalanzó sobre su espalda y el utilizó su machete proporcionándole una fea herida en el cuello…y como inmediatamente después de golpear de un modo muy intencionado a Shinda retrocedió algunos pasos, como si el fin ultimo del enfrentamiento fuera únicamente alcanzar a la niña… Luego utilizar el aparatito eléctrico con el alienígena para dejarlo inconsciente fue coser y cantar. Tan fácil, que pareciera que por algún motivo se dejara hacer, sin resistirse a la descarga…

Todos estos sucesos, más los misterios de las chicas, se convertían una madeja de dudas que le enredaban los pensamientos y le incomodaban, pero presentía que pronto todas aquellas incertidumbres iban a mostrarse con su verdadero significado.

Se levantó del suelo haciendo el mínimo ruido y se pertrecho con sus armas.
Anduvo unos pasos y se acercó al Debrariano, que no le perdía de vista.
- ¡Shssss! – gesticuló con su dedo en los labios dirigiéndose al Debrariano - …No hables mucho, que las niñas están durmiendo…
El Debrariano parpadeó con rapidez y giro un poco la cabeza hacia el costado, todo lo que le permitió la mordaza. Kail dudó mucho de que aquel extraterrestre comprendiera la simple gracia de una ironía y recordó aquella frase que apuntaba: “El buen humor es sintomático de inteligencia”. Pensó que tal vez fueran tan listos como para hacer naves interestelares y navegar el universo, pero de seguro que no comprenderían un buen chiste de Jaimito. 

Se dirigió silenciosamente hacia la salida del sótano con la intención de indagar lo que estaba sucediendo en el exterior. El hecho de que aquella descomunal nave Debrariana que vieron en la huida estuviera planeando tan cercana a la ciudad era una situación particularmente insólita. En todos aquellos años, incluso en el periodo de paz, nunca antes en la Tierra habían sido testigos de semejante nave y él estaba firmemente decidido a averiguar el motivo de su presencia.

Como el sótano se encontraba bajo un edificio prácticamente derruido, los tableros y maderas con los que la salida estaba camuflada no llamaba la atención desde el exterior. Apartó los obstáculos y una vez fuera volvió a colocarlos hasta que se aseguró de no dejar resquicios. Era importante proteger el refugio.

La calle mantenía un aspecto caótico aunque, por otra parte, era el habitual desde el comienzo de la guerra. Edificios destruidos, vehículos de todo tipo calcinados y grandes cráteres en el suelo, era el paisaje habitual en cualquier lugar de la Tierra durante el conflicto. Aunque los Debrarianos no poseían específicamente armas para la guerra, si disfrutaban de una tecnología infinitamente superior a la humana en otros muchos aspectos y demostraron ser muy astutos cuando usaron aquellos rayos azules que utilizaban principalmente para extraer los recursos de las montañas de mineral de la luna, como el Helio 3, con fines bélicos. Después de que los ejércitos terrestres les mostraran su capacidad nuclear en el satélite, ellos respondieron contraatacando con aquellas estelas que eran capaces de elevar y destruir en pedazos montañas enteras. El resultado de su uso contra edificios civiles y contra el armamento militar terrestre se hizo evidente desde los primeros meses, ya que uno solo de aquellos rayos era perfectamente capaz de acabar de un golpe con una manzana entera. Al principio era espectacular ver volar en pedazos a batallones completos de tanques, luego fue lastimoso; Por último, terrorífico.
De todos modos, los ataques Debrarianos en masa cesaron en cuanto ningún ejercito terrestre tuvo la capacidad organizativa ni material de ofrecer resistencia y siempre quedó la duda de por qué aquellos seres no continuaron con el exterminio de la raza humana una vez indefensa. Algunos argumentaron que la esencia de aquellos extraterrestres era pacifista y que en el fondo no eran criaturas belicosas, que se habían forzado a responder con sus medios ante las agresiones de los gobiernos mundiales. Otros, entre ellos Kail, albergaban dudas ante ese parecer y opinaban firmemente que lo que les llevaba a actuar con esa misericordia eran otros oscuros fines aún por desvelar. 
En todo caso de lo que Kail no tenia dudas es que pronto, ante la ineptitud defensiva de los humanos, mostrarían sus intenciones verdaderas.

Miró al cielo y contempló la majestuosa nave que seguía en su posición estática, tal y como la vieron la noche anterior. Su tamaño era tan inmenso que la sombra que proyectaba, por la aún tímida luz del amanecer, oscurecía de sombras varias cuadras al mismo tiempo.
Anduvo por las solitarias calles moviéndose ágilmente entre los escombros hasta que a los pocos minutos se halló bajo el palio que la nave presentaba sobre su cabeza. Algo extraño, distinto a la noche anterior, llamó su atención: Desde el centro de la nave, aún desde la lejanía, se podía divisar como emitía un potente y continúo haz de luz azul-verdoso que parecía proyectarse hasta el suelo.
No era uno de aquellos rayos azules “mueve-montañas”. Esto era algo distinto.
Desde su posición actual Kail no podía descifrar que significaba esto, porque no conseguía ver a donde enfocaba aquella luz, por lo que decidió seguir avanzando para tener una mejor posición.

No había hecho más que salir de su escondrijo de escombros cuando diviso a unos pocos metros de su colocación a un grupo de llorones, unos diez o doce, caminando con rumbo fijo por el centro de la machacada calle. Instintivamente se ocultó de nuevo y se mantuvo inmóvil, aunque se supo descubierto. ¡Era imposible que aquellos llorones no lo hubieran visto al salir en una maniobra tan descubierta e imprudente, distraído por aquella extraña luz! Amartilló su arma y se dispuso al combate; En pocos segundos le alcanzarían y él los estaría esperando.
Sin embargo, pasados un par de minutos, no llegó ninguno de ellos hasta su altura.
Desconcertado asomo la cabeza por entre los restos y echo un rápido vistazo. 
¡Habían pasado de largo!

Los vio de espaldas, a unos 30 metros, arrastrando los pies y moviéndose en grupo con torpeza. Curiosamente ni se atacaban entre ellos ni mostraban ningún signo agresivo. Ni siquiera se lamentaban de continuo, como era habitual entre ellos.
Caminaban desmañadamente y en completo silencio.

Con la curiosidad desatada por ese comportamiento extraño decidió seguirlos a una distancia prudencial.
Caminó semi-escondido tras ellos durante varios minutos y en el transcurso varias docenas más fueron uniéndose a los primeros, como si fueran animales gregarios componiendo una manada. Seguían sin mostrar ningún síntoma agresivo, por lo que Kail mantenía cierta tranquilidad con respecto a su seguridad. 
De pronto, un grupo de llorones le flanqueó sorpresivamente a la salida de una calle y siguiendo su instinto Kail permaneció completamente inmóvil. 
¡Los llorones pasaron por su lado como si no existiera! 
Esta circunstancia, lejos de tranquilizarle, le empujó a entender que algo extraordinario, nunca visto hasta ahora, estaba sucediendo a su alrededor y que posiblemente tuviera que ver con aquella extraña luz emitida por la nodriza.

Ignorando cualquier otra medida de seguridad personal basándose en la impasibilidad de los llorones, avanzó la calle hasta la plaza moviéndose con precipitación entre el numerosísimo grupo que ya conformaban, hasta el punto de empujar y tirar al suelo sin más contemplaciones a aquel que le estorbara en su carrera. 
Así llegó hasta el inicio de lo que en su día fue una plaza principal y blanco originario de aquel foco intenso que se proyectaba circularmente y por varios metros en el suelo.

Kail se detuvo anonadado.

Reunidas alrededor de aquella intensa luz se arremolinaban más de un millar de aquellas criaturas desalmadas que seguían llegando sin tregua a cientos por las calles adyacentes. Todos los llorones buscaban, como insectos atraídos por un matamoscas eléctrico, el centro de aquella potente luz… 

Y como los mismos insectos, al acercarse a ella, desaparecían instantáneamente vaporizados.




Cap.10
-Sonreír entre el polvo -




A pesar del shock inicial, Kail se sobrepuso a la dantesca visión en pocos segundos. Sin duda, su entrenamiento como soldado le sirvió de mucho en esos instantes y lejos de horrorizarlo más allá de lo razonable, su mente se ocupaba a la mayor velocidad que le permitían sus neuronas en dilucidar lo que estaba viendo con sus propios ojos. Se mantuvo estático en su posición durante algunos minutos más y el espectáculo continúo invariable en sus mismas circunstancias; Cientos de llorones se aproximaban al rayo de luz y en el instante que sus cuerpos entraban en contacto con la luminaria desaparecían como por arte de magia. 
Intentó buscar una explicación más amable a la que su mente con insistencia le proponía, pero no llegaba a encontrarla; De su cerebro solo surgía una palabra, que a cada segundo, le parecía más verídica: Exterminación.

Con una breve operación mental dedujo que si los Debrarianos acababan con aquellos infra-humanos al mismo ritmo y a la vez en todo el mundo seguían infectándose, en pocos meses la verdadera raza humana habría desaparecido de la faz de la Tierra. 
De pronto Kail comprendió que las verdaderas intenciones de los Debrarianos siempre habían sido, tal y como ellos decían desde el principio, el acercarse al planeta para aprovecharse de sus recursos; Aunque indudablemente en sus planes no entraba tan solo la Luna. 
¡Que ciegos fuimos! 
Mantuvieron a los humanos engañados durante años mientras que, seguramente, fuera de la órbita del planeta y ocultos de la vista de los terrestres en aquellas gigantescas naves nunca vistas antes, fabricaban un arma tan mortífera como aquella peste azul, con el único fin de expandirla por el planeta y “deshumanizar” a los terrestres, convirtiéndolos con su virus en poco menos que bestias irracionales y por tanto fáciles de destruir. 
En cierto modo sintió cierta admiración por aquellos seres que con magnificas artes y astucias los habían engañado como auténticos niños y, por unos segundos, su corazón se constriñó cuando mentalmente imaginó un mundo vacío de humanos, expoliado y exprimido de sus recursos hasta sus ultimas consecuencias por aquella raza de depredadores con piel de cordero.

La sensación de asco fue tan tremenda que intentó escupir y su boca, completamente seca, no se lo permitió.

Decidió que ya había visto bastante y saltó por encima de los escombros con la intención de narrarles su descubrimiento a los demás. Apesadumbrado, dio la espalda aquella nave genocida y comenzó a caminar. Un par de pasos.

¡Ni un segundo después, una explosión terrorífica hizo temblar hasta los escombros bajo sus pies!

Se lanzó instintivamente al suelo para protegerse y pudo divisar entre el humo y los cascotes una estela de humo: Al parecer, un misil tierra-aire proveniente de un edificio anexo había alcanzado a la nave en todo su centro de modo que había dejado instantáneamente de emitir el rayo. 
¡Eso quería decir que aún quedaban combatientes!
El caos entre los llorones fue impresionante. Al ya no estar influenciados por aquel foco que los mantenía ensimismados despertaron de su ensoñación y protagonizaron escenas tan terribles que Kail tardaría muchos años en olvidar;
Aquellos seres recién “despertados”, que minutos antes caminaban agrupados y pacíficos, se habían convertido de repente en bestias sin conciencia. Pudo ver a grupos despedazando a individuos y que luego procedían a comérselos en una especie de orgía caníbal, en la que cualquiera de ellos pasaba en un instante de ser comensal a ser comida.

Aún así, Kail no perdió de vista las prioridades y, camuflado como estaba entre escombros, hurgó en su mochila y extrajo unos pequeños prismáticos de campaña.
Enfocó las lentes hacia las ruinas del edificio por donde antes vio la estela de humo y divisó, con un placer infinito, que entre las paredes casi derruidas trataban de esconderse varios bultos que identificó por sus atuendos como soldados (o que antes lo fueran). No pudo apreciar su número exacto entre el humo y el desorden reinante, pero pudo contar un mínimo de cinco hombres pertrechados con armamento militar y, al parecer por los resultados conseguidos, de gran efectividad.

Por un minuto estuvo tentado a dirigirse donde se hallaban aquellos valientes guerrilleros, pero el bestialismo a su alrededor - y que la nave comenzó a maniobrar para seguramente repeler el ataque,- le disuadió.

Se levantó con prontitud de su escondite y comenzó a correr en la dirección del sótano como si le persiguiera el diablo. A unos 200 metros del lugar donde se hallaba antes comenzó a percibirse del sonido que emitían los rayos “mueve-montañas” y una explosión fenomenal lo impulsó a varios metros de suelo.
El golpe contra el terreno, a pesar de ser tremendo, no logró hacerle perder el sentido. Magullado y dolorido, aunque no herido, siguió arrastrándose como pudo alejándose de aquel infierno.

En su cara, completamente ennegrecida por el polvo y la suciedad, se iluminó una amplia y nítida sonrisa.

Quizás, no todo estaba perdido.



Cap.11
-Frenesí alimentario-



Kail intentaba llegar al refugio dificultosamente. 
A parte de sus heridas, durante el camino hubo de sortear a numerosos grupos de llorones que andaban por las calles espantados como gallinas descabezadas. 
Desde que la tropa de supuestos soldados inutilizara la luz emitida por la nave, la locura colectiva se había adueñado del lugar. Nunca había visto a los llorones tan sumamente violentos. Su frenesí por devorar les llevaba, si no hallaban a otro ser cercano, a propinarse tremendos mordiscos a si mismos, de modo que se encontró a varios mutilados completamente de manos y pies. Esto facilitaba las cosas para Kail, puesto que estando impedidos le permitían, si eran inevitables, liquidarlos a machete sin necesidad de gastar munición ni efectuar ruidosos disparos.
Solo esperaba que la fenomenal detonación que produjo el rayo “mueve-montañas” no hubiera acabado con las vidas de aquel grupo de valerosos combatientes.

En un recodo, a poca distancia del sótano, algo llamó su atención; Al frente, entre la maraña de una caterva de llorones, observó la siluetas sobresalientes de dos Debrarianos que se mezclaban entre los infectados. Parecían buscar algo en concreto; Localizaron a una hembra, una mujer de unos 30 años, que andaba lerdamente tropezando con cualquier escombro que hubiera cerca, y se aproximaron a ella. 
Curiosamente, el resto de llorones alrededor parecían evitarlos.

Kail se oprimió contra el suelo. Lo último que deseaba en ese momento, debido a las lesiones que sufría, era luchar contra aquellos gigantes por defender a una desconocida, por lo que se resignó a observar decidiendo no intervenir en las extrañas maniobras de los extraterrestres.
Uno de ellos agarró a la mujer por los hombros y desde ese momento ella quedó totalmente inmóvil. El otro, situándose en frente, le impuso su enorme mano encima de la cabeza de manera que los dedos le rozaban la nuca y la palma descansaba sobre su frente. Seguidamente la mujer comenzó a convulsionar con violencia, con los ojos en blanco y excretando espumarajos por la boca.
En unos segundos cayó de rodillas y su boca abierta se expandió de un modo completamente antinatural. A Kail ese proceder le recordó enseguida a una serpiente, por el modo tan peculiar que tienen para desencajar las mandíbulas cuando se acomodan para tragar alguna pieza superior al tamaño de su boca. 
Pero la mujer, al contrario de ingerir nada, expulsó una especie de huevo blando de aspecto verdoso pero de forma más cilíndrica y del tamaño de un conejo grande. Inmediatamente el Debrariano que le sujetaba la cabeza la liberó y agarró del suelo con cuidado aquella especie de larva viscosa… 
¡La partió por la mitad y ambos alienígenas la consumieron ávidamente con manifiesta satisfacción!

Kail se debatía entre el asombro y la nausea.
Sin embargo, la mujer, recobró al instante su color rosado natural, en contraste del pálido-azulado que presentaban habitualmente los llorones, como si de algún modo la expulsión de su cuerpo de aquella cosa la hubiera reconvertido de pronto en la persona que anteriormente fue.
Los Debrarianos, una vez obtenido lo que precisaban, simplemente abandonaron a la mujer aún en el suelo y se encaminaron a hacia donde unos minutos antes se ubicara la gigantesca nave, emitiendo gorgoteos y alegres pitidos.
Al parecer, aquella ingesta les habría proporcionado una especie de euforia que les procuraba un caminar dificultoso por entre las destruidas calles.
Pasaron a varios metros de Kail, sin verlo, y se perdieron por detrás de una montaña de escombros.
Kail aún trataba de asimilar lo que acababa de ver y cuando giró la vista hacia la mujer la vio de pie, totalmente desorientada y con aspecto de no saber donde estaba. Su apariencia era de una mujer normal y eso le desconcertó.

¿Cómo era posible que aquel Debrariano, con solo una imposición de su mano, hubiera sanado a una mujer infectada que minutos antes era prácticamente una alimaña? ¿Y que era aquella cosa que expulsó…?

En pocos instantes, lo que tardó a su mente formularse esa cuestión, la mujer se encontró rodeada por otros llorones que ahora, debido a la ausencia de los Debrarianos, ya no parecían estar intimidados y antes de que Kail pudiera ni siquiera montar su arma para repelerlos habían despedazado a la mujer y consumían sus restos, como una manada de lobos hambrientos lo haría con un cervatillo.

No tuvo más remedio, por el grupo tan numeroso que se formó, que esperar que aquellos caníbales terminaran con su macabro festín y se marcharan dispersándose por las arruinadas calles en busca de nuevas victimas. Esto le proporcionó algunos minutos en los que intentó asimilar todos los sucesos desde su partida del sótano, apenas hacia un par de horas, cuando un pensamiento atroz le abordó de pronto:
Zoe, que también era una llorona, estaba a solas con Shinda y con el Debrariano preso. 
Si la influencia de la luz había alcanzado al sótano no quería ni imaginar lo que podría haber ocurrido entre aquellas mugrientas paredes.

Con el temor en el cuerpo ante esta idea, saltó de su escondite y comprobando que no existían peligros inminentes se dirigió hacia el sótano con toda la precipitación que su magullado cuerpo le permitía. Solo pensar en Shinda, en esa escuálida niña indefensa, descuartizada por un arrebato caníbal de Zoe le ponía los pelos de punta. Se prometió a si mismo que, si aquello había llegado a ocurrir, mataría a Zoe y al Debrariano sin ninguna contemplación.

Minutos después, cuando alcanzó la camuflada entrada del refugio, todo parecía normal. Las maderas y restos estaban tal y como el los había dejado, cosa que le tranquilizo un tanto. Con suma prudencia y con el oído bien alerta fue desmontando los maderos que ocultaban la entrada y se dispuso a introducirse en el edificio.
Avanzó unos pasos por la derruida planta superior y cuando iba a dejarse caer por la abertura que conducía al sótano una figura en movimiento, que surgía por abajo, lo detuvo en seco; ¡Era Shoel!
Kail, en un reflejo instintivo, intentó zafarlo por el cuello, pero en cuanto lo hubo agarrado ¡sus dedos penetraron en las carnes de aquel ser como un cuchillo en mantequilla caliente!
El Debrariano emitió un grito agudo y estridente y seguramente, debido a la sorpresa de Kail por lo sucedido, consiguió soltarse y con un movimiento brusco golpeó con su gigantesca mano sobre la guerrera de Kail, a la altura del pecho, lanzándolo violentamente a un par de metros.
En su caída Kail se golpeó en la cabeza contra el marco que quedaba en pie de una ya inexistente puerta y casi inconsciente por la brutalidad del estacazo acertó a apuntar con su fusil al alienígena. 
Shoel se había detenido a unos metros de él y, con su mano cubriéndose férreamente la herida producida en el cuello, le miraba.
Un humo azul se filtraba entre sus dedos y por un instante pareció querer decir algo. Kail disparó su arma por tres veces y no consiguió acertarle.
El Debrariano se giró y con una velocidad pasmosa desapareció de su vista.

A duras penas Kail se levantó del suelo. Estaba dolorido y maltrecho, pero en su mente solo albergaba una idea.
- ¡Shinda! – gritó desde lo alto de la abertura.
No obtuvo respuesta.
Se deslizó por el agujero y en un par de zancadas se sumergió en la oscuridad absoluta de aquel recinto. Agarró su linterna y la encendió con premura.
Al haz de luz diviso dos cuerpos. Uno de ellos en pie, inmóvil, y el otro sentado desmadejadamente en un rincón. 
Enfoco a la cara del que estaba de pie, justo enfrente de él. 
Era Zoe. Su rostro estaba lívido, ceniciento y ligeramente azul. De sus mejillas goteaban continuas y abundantes lágrimas azules y su boca entreabierta mostraba unos pequeños y retraídos dientes. 
En conjunto, su rostro era una mascara aterradora.
Kail la apuntó con su arma y se separó prudentemente hacia atrás.
- ¿Zoe? – dijo dirigiendo el cañón del arma a su cabeza.
- Hola… Kail – contestó con extraña y calmada voz.
- Me he cruzado con Shoel. No he podido detenerlo y se ha escapado. No sé como habrá podido soltarse de sus ataduras… Quizás puedas contarme algo al respecto…
- Se ha marchado Kail… No le des más vueltas. Él cumple su destino… como todos…todos tenemos un destino…- dijo con apenas un hilo de voz.
- Efectivamente, y tu destino está ahora en mis manos Zoe – replicó Kail con firmeza - …Todo depende de lo que haya pasado aquí… ¿Y Shinda?
- Estoy aquí Kail – contestó desde el oscuro rincón – Estoy bien, no te preocupes por mi.
Kail enfocó a Shinda con la potente linterna.
En su cara había ahora una nueva expresión. Su color era azulado, en sus mejillas se divisaban restos del líquido azul y sus pómulos parecían haberse contraído dándole un aspecto sombrío y cadavérico, similar al de Zoe. 
Kail estaba espantado.
- ¡Shinda!...tú...eres… – dijo sobrecogido.
- Si Kail…no comprendo como no te diste cuenta desde el principio.
- ¡Pero si habláis! ¡No sois lloronas, no podéis serlo!
- Si lo somos Kail – dijo Shinda apesadumbrada - …Y va siendo hora de que hablemos de ciertas cosas. No quiero seguir mintiéndote más.
- ¡No se si tenemos algo de que hablar! – dijo Kail retrocediendo otro paso más…- ¡Sois monstruos…! ¡Alimañas! ¡No te imaginas los horrores que he visto afuera…!
- ¡Ni tu sabes de los horrores que existen dentro! –contestó Shinda elevando la voz.
- ¿Qué no sé? ¡Algo si sé…! Fuera vi a una mujer que expulsó por la boca a una criatura que dos Debrarianos se comieron…y después otros llorones la mataron y se dieron un banquete con ella…Se mataban unos a otros, se arrancaban trozos de carne a mordiscos…sois…. ¡sois bestias! – dijo Kail con desesperación, acercando su dedo índice al gatillo de su arma - …y además el único que podía responder, el Debrariano, se ha escapado…
- No se ha escapado Kail – interrumpió Shinda con serenidad –
… Le he soltado yo.


Cap.12
-La verdad os hará libres- 



Por un momento estuvo tentado de acabar con aquellas dos criaturas que le hacían sentirse tan engañado y traicionado, pero su instinto le ayudó a mantener un poco más la calma. Por otra parte ya tenía meridianamente claro de que era capaz un humano infectado con aquel virus y se sabía seguro, si llegaba el momento, de volarles la cabeza…Pero quizás, lo más razonable era escuchar sus explicaciones.

Kail se acomodó en el frío suelo y puso su arma sobre el regazo. Lógicamente no la aseguró y mantuvo prudentemente su índice dentro del guardamonte, en el gatillo.
- Será mejor que haga algo de fuego – dijo Zoe tranquilizadora - …tu linterna no durará toda la vida y hace frío.
- Hazlo – dijo Kail tajante-… Shinda, estoy esperando…Quiero saber…
Shinda se sentó con lentitud frente a Kail, inspiró profundamente y comenzó a hablar mirándole a los ojos.
- Primero quiero disculparme contigo Kail…Se que estas confundido, que piensas que como es posible que después de haberme salvado la vida haya podido mentirte, pero quiero que sepas que nunca estuve en verdadero peligro…
- Lo que quiero saber primero – cortó Kail - es por qué siendo lloronas no os comportáis igual que los otros y podéis razonar como personas sanas. Vuestra vida va en las explicaciones que me deis.
- Nosotras somos lloronas “protegidas” en quinta fase – interfirió Zoe. A nosotras nos necesitan como humanos normales y no como esas alimañas que todos conocemos.
- No lo entiendo… ¡No se que significaba esas palabras! ¿Por qué soltaste al Debrariano? – interrumpió Kail enfadado.
- Por que es un Protector, su Protector para ser más exactos – contestó Zoe mientras encendía una pequeña lumbre -…Hay muchas cosas que aún no sabéis de nosotras.
- ¿Qué significa eso? ¿Qué es un Protector?-dijo Kail
- Es mi Protector -aclaró Shinda-…Entre los Debrarianos hay una casta que mantienen un poder mental especial con determinados humanos, solo mujeres, que ellos eligen para un propósito concreto. Ellos tienen el poder sobre nosotras de hacernos expulsar la larva en la que se convierte el virus en su quinta fase. Solo en mujeres “protegidas” se gesta ese bicho y cada mujer tiene un Protector único…Simplemente no pude evitarlo Kail. Su mente me produjo terribles dolores a su antojo. La larva me retorcía las entrañas desde adentro hasta que cedí a su intenciones…lo siento…
- Ya vi esa cosa…-dijo Kail-…y también vi como se lo merendaban dos Debrarianos. Parecían emborrachados, como si hubieran tomado una droga…Así que eso es lo que buscan…una pueril droga… ¡y por conseguirla, extinguen a una raza…!
- No. Te equivocas Kail…Eso pasó porque el Debrariano que hizo que la mujer expulsara no era su Protector…- dijo Zoe sentándose junto a ellos a la luz de la pequeña hoguera - …Cuando un Debrariano no es el Protector original solo consigue la larva en su estado mas primitivo. En ese caso, para ellos no seria más que una comida que les produce como bien viste una especie de borrachera…Como ves el canibalismo nos es propiedad exclusiva de los llorones…Pero que continúe Shinda….Creo que tiene mucho más que contarte…
Kail se sentía completamente desconcertado; ¿Cuántas cosas sabían aquellas mujeres de las que él no tenia ni la más remota idea?
- ¿Quinta fase…? ¿Larvas…? ¿Protectores…? ¡Está bien!... – dijo Kail impaciente- ¡Quiero saber todo desde el principio! ¡Me habláis de cosas que no consigo entender! 
- Comprendo tu confusión Kail, pero te prometo que de verdad seré sincera – dijo Shinda con convicción - …Desde el principio me llamó la atención que no te dieras cuenta de mis mentiras, quizás harto de tanto horror no querías verlas…mi nombre no es Shinda; Seguramente tuviste la mente ocupada con nuestra seguridad cuando nos encontramos en aquel edificio y no caíste en que era imposible que mi madre me pusiera un nombre Debrariano, en cuanto que ellos aún no habían llegado a la tierra cuando yo nací. Me sorprendió que no sacaras cuentas. En realidad me llamo Adel; Shinda es el nombre con el que me llama Shoel, y tampoco tengo la edad que crees que tengo; Pronto cumpliré los 24 aunque mi aspecto aniñado servía perfectamente para el propósito de los Debrarianos.
- ¡Vaya que me engañaste bien niña!- dijo Kail asombrado -… ¡Y yo que pensaba que estaba salvando la vida de una pequeña indefensa!... ¡En aquel edificio estabas tan aterrorizada!...Bueno, al menos lo parecías…
- Era parte del plan. Aquel edificio simplemente era una tapadera. Los dos llorones que mataste en aquel agujero no eran mi familia; Eran simplemente el cebo para dar credibilidad al plan de Shoel, para que te sintieras seguro salvándome y por tanto dándome tu confianza… ¿No viste que apenas reaccioné a sus muertes? Si realmente hubieran sido mi familia te hubiera matado con mis propias manos…Aunque en algo no te mentí. Sí estuve en un edificio que los Debrarianos volaron con sus rayos azules, y allí es donde perdí a toda mi verdadera familia y fue donde los Debrarianos me capturaron al principio de la guerra. Aquel edificio solo era un engaño para atraerte. Una trampa específicamente para ti.
- ¿Una trampa específicamente para mí? – dijo Kail sin comprender.
- Si Kail. El plan era que en cuanto obtuviera tu confianza ellos nos harían salir del escondite donde te había localizado, como hicieron simulando un ataque. Después solo tenía que dejarte inconsciente con el aparato que emite las descargas, que Shoel me proporcionó, y entregarte. En realidad tú no me encontraste a mi, si no que yo te busque. Llevaba varias semanas tras tu pista. Tú posees una peculiaridad poco común y que los Debrarianos temen: Eres un inmune…
- ¡Yo se que soy inmune!... ¡Pero no entiendo en que cambia eso las cosas, excepto en que no pueda contagiarme del virus!
- ¡No lo sabe aún! – interrumpió Zoe admirada.
- En realidad Kail – prosiguió Shinda – toda la cuestión gira precisamente por tu inmunidad. Si sabrás que no eres el único, que sois unos pocos miles en todo el planeta, pero estadísticamente sois poquísimos en comparación a toda la población mundial. Mi misión durante estos últimos cinco años ha sido localizar inmunes como tú, para que los capturen y destruyan…
- ¿Pero por qué urdir un plan como ese para localizar a alguien que simplemente no puede infectarse? ¿Qué problema representa para una raza como los Debrarianos que pueden devastar un mundo simplemente apretando un botón?
- ¡Porque su futuro va en ello kail! – replicó Shinda – inspiró profundamente y prosiguió – Como te dije antes, la casta de Protectores tiene un propósito, un fin determinado… Y este es crear híbridos…
- A ver si lo entiendo…dijo Kail comenzando a percatarse de la importancia que aquello abarcaba- … ¿Quieres decir que realmente lo que os hacen es que… gestéis hijos suyos?
- Exacto – contestó Shinda bajando los ojos.
- ¡Pero si se los comen! ¡Yo lo he visto!
- No Kail. Como te ha dicho Zoe, un Debrariano que no sea de la Casta de los Protectores puede hacer expulsar a una mujer pero la larva que obtiene de ella es simplemente algo inerte, muerto en realidad… y esas son las que pueden consumir, proporcionándoles además el efecto que vistes. Solo los Protectores tienen el poder específico de crear vida hibrida, con futuro, y es así como su raza se reproduce por toda la galaxia. Nadie ha visto a un Debrariano verdadero. Por lo que sé, son unos seres al parecer hechos de luz, de un tipo de energía, y así se perpetúan por el universo. Nunca llegó ninguno de los Debrarianos auténticos a “pisar” esta tierra. Ellos permanecen en las naves que están más allá de la Luna.
- Pero entonces… ¡Quienes son estos gigantes azules! – dijo Kail completamente asombrado.
- Son la ultima raza que colonizaron en algún otro planeta – dijo Zoe –Simplemente son un “vehiculo” para ellos. Otra raza que asumieron y la convierten en ellos mismos. Por eso nos resultaban biológicamente tan familiares. Los verdaderos Debrarianos seleccionaron a nuestro planeta precisamente por las similitudes biológicas con la última raza que capturaron. De otro modo nunca los hubiéramos dejado acercarse tanto como para que pudieran contagiarnos un virus. En mi permanencia en la nave alguna vez creí ver a esos seres realmente, pero su forma de existencia es tan diferente a la nuestra que no pude identificar si lo que veía eran destellos o uno de aquellos alienígenas.
- El caso es que – continuó Shinda – yo debía localizarte y entregarte. En realidad eras mi última misión. Una vez estuvieras en la nave Shoel me haría expulsar al hibrido y prometió darme la libertad inmunizándome del virus. Pero me mintió…Entonces me di cuenta de que nunca me liberaría.
- Nos tuvieron como amas de cría, con el único fin de perpetuarse – apuntó Zoe. – Nunca nos darán la libertad.
- …¿Entonces, el virus…? – preguntó Kail desalentado.
El tono de respuesta de Shinda fue rotundo.
- El virus fue creado por los verdaderos Debrarianos, de acorde a nuestra biología y similitud a otros organismos terrestres y que pudieran trasmitirse con facilidad. En realidad estuvieron años estudiándonos desde fuera del sistema solar; Luego, comenzaron aquellos avistamientos de ovnis por todo el mundo en sus primeras aproximaciones para vernos de cerca…después llegaron las abducciones para que pudieran probar ese organismo en humanos vivos y constituirlo en viable; Por último, en el año que estuvieron las naves suspendidas encima de las ciudades, en realidad estaban aclimatando el virus para las condiciones terrestres. La muerte azul, ese virus, no es más que un arma pensada y construida por depredadores que deambulan por la galaxia.
- ¡Pero yo vi afuera como un rayo de luz exterminaba a miles de personas infectadas! ¿Por qué iban a acabar con todas aquellas personas infectadas si en realidad las necesitan para reproducirse?- espetó Kail
- Ah! ¡Ya han llegado hasta aquí! Lo que viste era una selección Kail – contestó Zoe – Una pura y dura selección. Ese rayo de luz solo extermina a varones; A las hembras las almacenan en las naves. Ya ocurrió en la ciudad que yo vengo, a muchos miles de kilómetros de aquí. Recuerda que yo ya estaba en la nave cuando tú llegaste.

Kail se mantuvo pensativo durante un minuto. Aquella información le desbordaba. Si ya le parecía cruenta la realidad que conocía, esta nueva realidad le rompía cualquier esquema.
Solo tenía en mente la catástrofe que asolaba a su mundo y de la que no veía solución.

- Entonces Zoe… ¿Por qué me ayudaste a salir de la nave?
- Por que los inmunes sois la única esperanza que nos queda en el planeta. Los debrarianos azules nunca liberaran a nuestra raza. Vuestra inmunidad no es tan solo la improbabilidad de contagiaros del virus. Vosotros sois propiamente un virus para ellos. Vuestra sangre inmune es un autentico veneno contra los verdaderos Debranianos y las razas que asuman, pues están constituidos similar biológicamente. Es una respuesta natural del planeta Tierra con la que no contaban los alienígenas y esto es un verdadero problema para ellos. La naturaleza les ha desbancado y por eso os temen. Ningún Debrariano puede tocaros. ¿Acaso en todos estos años has tocado o te ha tocado físicamente a algún extraterrestre…?
- No – dijo Kail - … ¡Bueno si! Cuando peleé con Shoel en la nave realmente…pero no llegué a tocarlo, porque le di con el aparato eléctrico; Y la puñalada en el cuello, la recibió con el machete…Cuando lo tuve preso lo traje arrastrando por el traje…y solo lo toque verdaderamente cuando intentaba huir y lo agarre del cuello… ¡Y parecía que lo había tocado con acido, porque mis dedos se incrustaron en su carne!... ¡Incluso le salía humo!...
- Esa es una respuesta de su organismo ante el tuyo – dijo Shinda – La sangre de los inmunes los deshace, los aniquila. Vosotros los inmunes sois la muerte para ellos, y por tanto, para los verdaderos Debrarianos. Por eso intentan exterminaros metódicamente…Shoel nunca llegará a su nave. Probablemente ya haya muerto y esté tirado en algún agujero deshaciendose…

El ruido de unas maderas cayendo al suelo estrepitosamente interrumpió la conversación. Kail se levantó del suelo como un resorte y pisoteó la pequeña hoguera dejando al sótano sumido en total oscuridad. Shinda y Zoe se agazaparon en un rincón y guardaron silencio. Kail apuntó con su arma hacia la entrada practicada en el techo y esperó unos segundos aguantando la respiración. Su dedo presionaba el muelle del gatillo hasta casi su totalidad y esperaba oír el disparo de un momento a otro. ¡Pero las luces de unas linternas lo detuvieron en seco!
Inmediatamente tras los focos de luz aparecieron varios soldados armados y les enfocaron con sus luces.
- ¡Quietos! – grito autoritaria una voz
Un viejo capitán, según indicaban sus galones, comandaba el grupo de hasta cinco soldados armados hasta los dientes. El hombre lucia una tupida barba y en su mano empuñaba una pavonada y negra pistola que apuntaba a Kail.
Tras ellos un grupo de tres Debrarianos azules se adivinaban al fondo.
Kail estaba sorprendido, más por la compañía que traían que por los propios soldados, pero dedujo que serian los que visualizó en el edificio de la plaza.
- ¡Si dais un paso más os vuelo la cabeza! – grito Kail advirtiendo, protegido por la oscuridad.
- ¡Tranquilo soldado! Jajaja…-rió el capitán con tono profundo- Ya os dije que este sería un hueso duro de roer, chicos…- dijo dirigiéndose a sus soldados - …Te vimos huir cuando atacamos a la nave Debrariana. Yo les dije a mis chicos que un soldado solitario como tú por esas calles plagadas de llorones tenia que ser un tipo duro…y así parece ser. ¿Qué te parece si bajamos las armas y hablamos un poco, soldado?
- ¿Hablar? ¡Venís con Debrarianos! ¿De que queréis hablar? ¡Voy a liquidarlos ahora mismo! – gritó Kail
- ¡No dispares! ¡Estos Debrarianos vienen con nosotros! Son rebeldes; “Los Alzados” les llamamos nosotros. Se han sublevado contra su autoridad y nos ayudan a liberar a las mujeres infectadas. Hay cientos de ellos colaborando con más comandos en otras ciudades. Son inofensivos soldado. Te ruego que no dispares…
- ¡Hay dos lloronas en el rincón! – Gritó otro soldado desde otra parte, y se oyó el amartillar de un arma.
- ¡Están conmigo! – gritó Kail - ¡No disparéis!
- ¡No peligro! Son mujer en quinta fase – se oyó la inconfundible voz de un Debrariano. – Nosotros poder liberar y ellas ser normal.
- ¡Está bien! – dijo el capitán – Vamos a calmarnos y solucionamos esto…
Kail bajó su arma y lo alumbró con su linterna.
- Me alegro de veros – dijo Kail estrechándole la mano – Os vi cuando atacasteis la nave y temí por vuestras vidas.
- Somos como ratas soldado – rió el capitán – Nos escondimos en agujeros pero aun así nos dieron una buena tunda con esos malditos rayos. Pero como has visto no somos fáciles de matar…
- Me hace feliz escuchar eso – contestó Kail.

Mientras, dos Debrarianos posaban sus enorme manos en las cabezas de Shinda y Zoe que, convulsionando, expulsaron sendas larvas que los soldados se ocuparon rápidamente de machacar con sus botas.
- La solución ha sido sencilla- dijo el capitán – Estas dos chicas serán en breve dos buenas guerrilleras que servirán a la causa…
- Tengo algo que decirle capitán- dijo Kail agarrándole del brazo - …Quiero que sepa que soy inmune y …
- ¡Ah! Bueno, soldado… ¡Aquí todos lo somos! Todos los grupos de soldados que quedan operativos están formados por inmunes…Y es que realmente, de no serlo, ya seriamos todos llorones por ese maldito virus…

A Kail se le iluminó una sonrisa tan amplia que parecía refulgir desde la oscuridad.
- Vamos capitán, tenemos muchas cosas de las que hablar…- dijo Kail – Tengo algo importante que contarle…

Kail se giro hacia donde estaba Shinda y la enfocó con la linterna.
Ella estaba aún en el suelo a medio convulsionar, y a la luz del foco, Kail observó como iba recobrando el color sonrosado de sus mejillas.
- ¡Vamos niña! – dijo jovial - …Aún tenemos muchas cosas que hacer…
- Kail…-contestó Shinda tosiendo y escupiendo.
- ¿Si?
- Después de esto…no me llames nunca más niña.
Kail sonrió.
- Esta bien…Adel… ¿Vienes con nosotros?
- ¡Claro… soldado!



- FIN -