Quizás les parezca extraño que este relatándoles este suceso
desde un frío habitáculo, en el depósito de cadáveres. Poco probable dirán
muchos.
Pero para mí, como para todos los mortales, también es una
experiencia nueva y en particular, inusualmente gratificante.
Es ahora cuando puedo recapacitar tranquilamente sobre todo
lo sucedido, sin tener que preocuparme del mañana, sin la tensión perpetua de
tener que volver a dormir.
Como supongo que debe resultarles como mínimo curiosa esta
situación, lo mejor será que comience mi historia como comienzan todas las
buenas historias:
Desde el principio.
Me conocen por el número 333-K, al menos eso reza la
etiqueta que tengo anudada en el dedo gordo del pie, pero en realidad me
llamaba Gines.
No había nada extraordinario que resaltar de mi vida,
excepto esta particular experiencia. Siento decepcionarles. Pero mi existencia
transcurrió del modo más anodino y vulgar del que pudieran tener referencias.
Tenia 37 años, trabajaba en una agencia de seguros, estaba
soltero y vivía solo en mi pequeño apartamento de modesto alquiler, nunca hice
deportes de riesgo, no tuve enfrentamientos con la ley ni descubrí nunca nada
meritorio de mención.
Ya se. Los que comenzaron a interesarse por mi historia en
busca de un relato de aventuras, a estas alturas quizás comiencen a pensar que
se equivocaron.
Pero en mi defensa, diré que esta atípica situación vale por
todos los sucesos relevantes que uno podría imaginarse para una vida tan corta.
Pero vayamos al grano.
No se muy bien cuando empezó ni cuando fue la primera vez
que sentí la sensación de que me vigilaban continuamente.
Quizás influenciado por mi solitaria existencia era mas
propenso a imaginar profusamente, a oír ruidos inexplicables o ver cosas donde
no las había.
Esto es más común de lo que se pueden imaginar, y las
personas que viven solas sabrán exactamente de que les hablo.
¿Nunca les ha pasado que, estando solos, buscan un objeto -
unas llaves, unas tijeras, el mando del garaje – sin encontrarlo, y al cabo de
algunos minutos aparece misteriosamente en un lugar del que estaban seguros
haber revisado repetidamente…?
…O esa puerta ilocalizable que rechina y golpea tenuemente
el marco, como movida por una inexistente corriente de aire…Y digo inexistente,
porque al revisar la casa para encontrar el molesto ruido, comprueban que no
solo no hay ventana abierta, si no que ninguna puerta rechina cuando usted la
abre…
Es muy posible que esto mismo o cosas similares también les
hayan ocurrido.
Así que cuando vi por primera vez aquella figura, aquella
sombra al fondo de la habitación, pasado el sobresalto inicial, lo achaque a
una de mis múltiples imaginaciones dadas por mi perpetua soledad.
¡Y crean verdaderamente que me sobresalte!
¡Imagínense estar placidamente durmiendo y, por un motivo
inexplicable, sentirse tan desaforadamente observado que se ven obligados a
despertar!
En un primer momento, no me avergüenza negarlo, sentí
pánico.
Esa tenebrosa figura permanecía estática allí al fondo, en
el rincón más oscuro de mi cuarto, expectante, extrañamente inmóvil…
Supuse de inmediato que un ladrón había violado la intimidad
de mi domicilio y mi reacción fue de lo más natural:
¡Le grite todos los improperios que se me ocurrieron,
mientras me ocultaba debajo de mi grueso y protector edredón!
Pero pasados algunos minutos, después de observar que no se
produjo sonido alguno
- esperaba haberlo asustado con mi soez vocabulario, ansiando
haber oído la puerta del cuarto en su huida – me arme de valor y asomando lo
suficiente la cabeza por encima de la gruesa manta, en un alarde temerario, alargué
la mano y encendí la luz.
Juro por lo más sagrado, que un instante antes de que
iluminara la estancia, aquella sombra seguía impasible en el rincón, pero sin
embargo, en cuanto la luz bañó la estancia, me percaté no solo que nada allí
había… ¡si no que yo mismo me encontraba en otro lugar de la habitación!
Inexplicablemente me hallaba de pie junto a la ventana, a un
par de metros de la cama donde un momento antes creía estar acurrucado.
Resolví aquella anormalidad llegando a la lógica conclusión de
que todo había sido un mal sueño, y recobrando el dominio de mis nervios
procedí de nuevo a acostarme, no sin revisar meticulosamente todos los accesos
de la casa armado con una puntiaguda percha.
Y este suceso no habría sido más que una anécdota, de no
haberse dado el caso de que a la noche siguiente volvió a suceder.
Efectivamente, aquello se tornó en costumbre durante algún
tiempo y el proceso era siempre similar:
Revisaba la casa, me acostaba, al cabo de algunas horas me
despertaba inquieto con esa desagradable sensación de sentirme observado, veía
aquella sombra misteriosa, encendía la luz y me sorprendía a mi mismo junto a
la ventana, alejado de mi confortable cama, volvía a revisar la casa y dormía intranquilamente
el resto de la noche…
¡Estaba agotado y desquiciado por los nervios!
Así que ayer por la noche, cansado de esta situación, tome
la drástica decisión de dar un paso más:
Me proveí de un gran cuchillo que deposite sobre la mesita,
al lado de la cama, y esperé pacientemente a que me invadiera el sueño con la
firme decisión de hacer frente, de una vez por todas, a mis temores.
Curiosamente dormí más de lo habitual y solo me desperté
cuando estaba a punto de amanecer, de modo que la tenue luz del alba iluminaba
en cierto modo la estancia.
Pero al abrir los ojos, allí estaba aquella insolente
figura, que por lo visto pretendía traspasar mis temores nocturnos,
confundiéndose descaradamente entre las sombras en las que se envolvía, a pesar
de la débil luz de la amanecida.
¡Aquello me pareció un acto de tremenda osadía!
Que aquella sombra que me aterrorizaba pululara en mis
noches, tenía un pase… ¡pero nunca permitiría que dominara también en mis días!
Aventajado por la luz diurna y fortalecido por el tacto del
magnifico cuchillo en mis manos, me arme de un valor inusual en mi y me
aventuré a salir despacio de la seguridad de mi cama al tiempo que le gritaba:
“¿Quien eres? ¿Qué quieres de mi?”
Pero por descontado no obtuve respuesta alguna.
Avance un par de pasos más hacia aquella presencia
formulando nuevamente las mismas preguntas, sin ningún resultado, y fui
envalentonándome ante su inmovilidad.
Enarbolé el cuchillo mientras me acercaba y de pronto, pude
apreciar de cerca lo que tantas noches me había aterrorizado.
¡Aquello no era solo una sombra! ¡Maldita sea, era un hombre
real!
Durante un segundo pude distinguir sus facciones, que me
resultaron extrañamente familiares, su pelo, sus ropas… ¡Y de pronto saltó
hacia mí!
Recuerdo turbiamente como paso veloz por mi lado, a escasos
milímetros pero sin rozarme en absoluto, en dirección a la ventana que se
encontraba justo detrás de mí, sin duda con la pretensión de huir de mi
acecho…pero no estaba dispuesto a permitírselo.
¡Tantas noches sintiendo pavor ante su presencia y ahora que
me enfrentaba directamente a él, salía huyendo!
Alcé la mano con el cuchillo y descargué un violento golpe
sobre su espalda…
La sombra, aquella siniestra figura, se desplomó como un
fardo y quedó inmóvil junto a la ventana, donde se inauguraba esplendoroso un
nuevo día…
************
-
¿Que tenemos? – pregunto el viejo forense.
El ayudante leyó el expediente que tenía entre manos, al
tiempo que se dirigía a la puerta de la cámara frigorífica número 333-K,
reseñada en los documentos.
-
A ver…Varón, blanco…37 años. Según el expediente
judicial, lo encontró muerto esta mañana en su habitación el portero de su
edificio. Por lo visto estuvo llamando a su puerta repetidas veces para
entregarle un correo y al no contestarle se alarmo y entró junto con la policía
en su domicilio.
-
Mmm…esta bien. Sáquelo. Procederemos con la autopsia
para determinar si hay alguna pista que nos facilite alguna información sobre
su asesino…
-
¿Asesino?...no, no…Según el informe policial es un
suicida. – dijo el ayudante desembolsando el cadáver - …No hay pruebas de
allanamiento, ni de robo ni de forzamiento en la vivienda. Tuvieron que
derribar la puerta para poder acceder…
-
¿Suicidio?... ¡Rayos!... ¡Es el primer caso que veo de
un tipo que se suicida apuñalándose por la espalda!
-
Si...es bien extraño – dijo el joven ayudante
cerrándome los ojos.
¿Extraño?...
Yo al menos, ahora se que es lo que hacia por las noches
mientras dormía…
¿…y ustedes?
gm2011
será que la soledad nos encamina a la locura?
ResponderEliminarhay soledad de todos los colores: soledad del desamor, soledad desentirte incomprendido, soledad de tener una familia y sinembargo desear estar en otro lugar...
Gonzalo, gracias por esta ventana...
Saludos desde un rincón de México.
Gracias a tí Gabriella, por acompañarme.
ResponderEliminarUn abrazo.