13 de enero de 2011

FICCIONARIO -G-


El amanecer la descubrió con las alas mojadas y abiertas, encima de la boya.

Había pasado la noche en altamar, al reflujo salobre de la intemperie y ahora se encontraba entumecida y hastiada. Un solo pescado fue toda su compañía y sustento, pero ni siquiera le dio un picotazo. A la vista se le hacia insípido, inconsistente.

Muchas veces pensó en no volver a la costa, esa que la acogía sin preguntas, pero también sin respuestas y, al contrario que anoche, nunca se decidió a esperar tanto tiempo.
Parecía que algo había cambiado de verdad en su indecisión, pero en el fondo sentía que una vez las alas secas echaría a volar de nuevo en busca del protector refugio.

¡Cuantas noches se arrulló en la orilla mansa! junto a la resaca fláccida de las olas, acurrucada como un blanco papel sobre la morena arena, mirando a lo lejos el penumbroso horizonte, aquella línea mágica que parecía atraerla peligrosamente pero que, al tiempo, la sabía inevitable destino.

Pero era salir el sol e invariablemente volver a la seguridad del agujero en la roca…
Fueron tantas noches… ¡Tantas…! se sintió tan cobarde…

Pero en su defensa, era un miedo racional. Era probable que una vez alzara el vuelo hacia la fatídica línea, no tuviera oportunidad de regreso. Pero, en realidad, no era ese su autentico temor.
El verdadero, era no llegar.

Quedarse atrás de sus compañeras, ver como se alejaban de ella sin contemplaciones...…No poder descubrir los secretos que guardaba aquella misteriosa división entre el mar y el cielo, que hacia que sus vecinas volvieran una y otra vez pertinazmente cada amanecer, era algo que la obsesionaba y la trastornaba…

Faltaba poco para que el sol despuntara.

En breve, las vería planear por encima de su testa dirigiéndose al ansiado destino.
¿Y ella que haría?... ¿Quedárselas mirando como cada mañana?
No.
No, no, no.
Hoy no iba ser un día más. Hoy iba a ser “EL DIA”.

Se sacudió los últimos restos de agua salada de las puntas y miró decidida al cielo.

Con los primeros y tibios rayos las vio pasar en estrecha formación, ordenadas, aparejadas.
Sus largas patas titubearon. Sus alas le transmitían un temblor hasta hoy desconocido. Su corazón latía con la fuerza desenfrenada que genera la emoción y el miedo.
Pero ya estaba decidido.

Alzó el vuelo y sus aparatosas alas la dirigían velozmente hacia las últimas gaviotas del grupo.
Se sentía poderosa, valiente y con fuerzas, aunque en el fondo tenia la certeza de no finalizar el viaje.
Se aproximó y se colocó en paralelo, ante la mirada asombrada de las otras aves.

Ser una garza entre gaviotas, no era lo común…pero le daba igual.

Iba a realizar, por fin, su sueño.



- Garza -



gm2011



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