22 de julio de 2011

El Autobús




 - ( … ¡Rápido, tres unidades de epinefrina y entubar!
 - ¡Se va… que se va!
 - ¡De eso nada! ¡Desfibrilador cargándose! ¡Apartarse!...uno, dos… ¡tres!
 - ¡Maldita sea! ¡Ha entrado en parada!...en parada… )

 Parada…
Parada del 36.

 ¡Odio los urbanos! Desde niño. Siempre me molestaron esas aglomeraciones, las esperas, esos roces con desconocidos…ese olor a humanidad.
 Y eso que fui hijo de conductor; Quizás por haber viajado tanto en autobús desde pequeño con mi padre, le habría cogido esta manía.
 Pero cuando no queda más remedio, no queda más remedio.
 Así que me armé de paciencia y aquí estoy. Sentado, esperando en la parada del 36,
 el autobús que me llevará al centro… si es que alguna vez termina de llegar.
 Sonó mi móvil, pero esta vez decidí no contestar.

 Para postres, acaba de empezar a llover… ¡y yo sin paraguas!
 ¡Condenada costumbre de estropearse los coches en días de lluvia!...
 Mejor será que espere un taxi… ¡Ah, no!...Ahí viene por fin el puñetero autobús…
 Cargado hasta los topes ¡Como no!

 “Tica el billete, pasa delante, no se paren al principio, disculpe, ¿me permite?, perdone, me está pisando, ¿puede pulsarme el timbre?, no señora, esa no es mi mano, ¿Qué no empuje?... ¡al hoyo más profundo del infierno os iba a empujar a todos!”

 ¡No me lo puedo creer!
 ¡Un asiento libre! Y todos estos pánfilos de pie…
 …perdone, si un momento, disculpe, disculpe…uh
 ¡Un momento!
 ¿Como es que nadie se ha sentado aquí? ¿Estará roto? ¿Habrá escupido alguien en el asiento?...Ah, pues no. Parece limpio y funcional.
 Un poco de suerte, vaya.

 Estoy agotado.
 Menos mal que pude sentarme.
 Así también es más fácil observar a la gente. ¡Que otra distracción queda!
 Menudas pintas. ¡Hay cada uno que hay que verlo dos veces!
 ¡Que cansancio!...No quisiera dormir…me.

 ¡Uf!... ¡Me he dormido!...Creo que aun no es mi parada, menos mal.
 Tengo la sensación de haber cerrado los ojos solo un instante, pero no queda nadie más que una mujer sentada enfrente…y el conductor, claro.
 Y ahora, ya no llueve… y hace sol.
 …pues no se está tan mal aquí, después de todo.
 Apenas hay cambios bruscos de velocidad – buen conductor debe ser - , se escucha esta música tranquila – muy relajante – y no huele mal…esta brisa que corre por detrás de mi espalda es genial… ¡Mejor que si hubiera aire acondicionado!...Huele a flores…

 La mujer no dejaba de mirarme.
 Me estaba empezando a sentir incomodo, pero afortunadamente se ha centrado en un
 libro grande que lleva en el regazo.
 Antes, cuando la mire de reojo, me pareció mayor.
 Pero es más joven de lo que me creí al principio. Es hermosa, lozana.
 Emana tranquilidad…creo que el aroma a flores proviene de ella.
 Pensé por un momento que si levantaba la vista de su libro y me pillaba mirándola tan descaradamente se iba a molestar, pero no ha sido así.
 Al contrario, me ha dedicado una estupenda sonrisa, y yo, como soy bien educado, se la he devuelto…
 Pero ahora no aparta sus ojos de mí…

 - Perdone… ¿le ocurre algo? – dije un tanto comprometido.
 - Ah, no, no…tengo un hijo como tú. Por eso te miraba…- y volvió a sonreírme.
 - Si, si claro…- dije por educación.

 Era evidente que aquella chica no andaba demasiado bien de la cabeza.
 Apenas aparentaba la veintena y yo ando rondando los cuarenta, así que su comentario estaba absolutamente fuera de lugar.
Decidí desviar la mirada y observar el exterior disimuladamente. No pensaba darle cuerda a aquella loca, aunque en el fondo sin saber muy bien porque, me resultaba simpática…Quizás por su pausada forma de hablar, por la suavidad de su voz…no sé.

 Al girar la cabeza hacia la ventanilla descubrí el origen de aquella agradable brisa de antes. El cristal, simplemente no estaba. En el suelo habían algunos pequeños trozos de vidrio, así que deduje que hacia poco que se habría roto, aunque no recordaba haber reparado en ese detalle cuando me senté. Me pareció extraño.
Aunque más me extrañó lo que vi mirando al exterior, a la calle.
El aspecto era aparentemente el habitual, coches, personas…todo normal si no fuera porque todo el mundo estaba detenido, inmóvil, como si en una película se hubiera parado la escena en un solo fotograma.
Justo enfrente había una señora sujetando la correa de un perro que mantenía su pata alzada, junto a un árbol, prácticamente como si estuviera disecado…los coches y sus conductores inmovilizados permanentemente, cada uno en la postura que le alcanzó este lapso de tiempo que parecía haberse congelado.
 Me levante sobresaltado del asiento para poder ver con mayor detenimiento este curioso fenómeno, pero al girar la vista nuevamente hacia el hueco de la ventanilla me percaté que todo había cambiado sutilmente.
 …La señora y su perro seguían inertes, pero ahora unos metros mas adelante, al igual que los vehículos y demás personas que había observado con anterioridad.
 Simplemente parecía que durante el segundo que aparté la vista de ellos, todo se había reanudado… ¡y todo se detuvo cuando miré nuevamente!
 ¡Aquello era una locura!

 Pero lo que realmente colmó mi asombro fue observar que solo nosotros nos desplazábamos, eso si, de una forma suave y pausada…muy lentamente, cosa que a mis acompañantes, la chica y el conductor, parecía no sorprenderles en absoluto.
 La chica seguía mirando su libro, el conductor silbando una melodía extrañamente familiar…
 Me giré hacia la mujer, que justo en ese momento se disponía a levantarse y casi le grité:

 - ¿Ha visto usted la calle, a la gente…?
 - Yo solo te veo a ti, cariño. – dijo mostrándome de nuevo aquella amplia sonrisa, y se dirigió lentamente hacia la puerta de salida - …Baja tu también antes de que ocurra. Tú no deberías estar aquí.
 - …que ocurra… ¿Qué cosa? – dije exasperado. 

Aquella situación se me estaba escapando de las manos…
 Deje de mirar a la chica mientras ella bajaba las escaleras y preferí acercarme hacia el conductor. Necesitaba hablar este asunto con alguien cabal… ¡Saber que diablos estaba ocurriendo!
 Justo cuando iba a hacerlo observé que la chica había olvidado su libro.
 Movido por una extraña curiosidad lo recogí del asiento.
 No era propiamente un libro, si no un álbum de fotos antiguas.
Comencé a hojearlo fascinado. Cada página, cada foto me dejaba más alucinado…
 Estaba lleno de viejas fotografías en las que aparecía repetidamente la mujer, en la playa, en un cumpleaños,    en una sala de fiestas con un hombre…
 ¡Un hombre que era idéntico a mi padre cuando era joven!

 Tiré horrorizado aquel álbum en cuanto me vi en la siguiente página, cuando tenía apenas 5 años, en brazos de aquella mujer, que sonreía exactamente del mismo modo que un minuto antes de bajarse del autobús…
Me senté, casi a punto de desmayarme por la impresión, cuando el conductor se giró hacia mi dirección y con la voz familiar de mi padre me dijo:

 - Ya oíste a tu madre, hijo. No debes estar aquí cuando ocurra…Y ahora, debo de hacer una llamada…- dijo abriendo la tapa de su móvil.

 Me sentía a punto de enloquecer y mientras corría despavorido hacia la puerta pude ver el camión que se avecinaba a gran velocidad hacia la parte delantera del autobús.

 Salté con todas mis fuerzas y caí de rodillas en la calle, frente a los asientos de la parada del 36… ¡La misma parada en la que supuestamente había permanecido esperando a que llegara el autobús!
Estaba agotado… ¡Vencido!
 Sentí que el sueño se apoderaba de mi, que mi mente luchaba por permanecer despierta…pero ese sopor… ¡ese sopor, era tan condenadamente fuerte!...

 - - - - - - - - - -

El juez de instrucción se acercó al cadáver de aquel hombre que rondaba los cuarenta, y que se hallaba tumbado boca arriba en el suelo de la calle, cubierto aún por la manta térmica que le extendieron los médicos de la ambulancia. Estaba rodeado de los aparatos que habían utilizado para intentar su reanimación.
 A su lado se hallaba también un móvil que, al parecer, se había roto al caer al suelo.

 - Cuéntenme lo ocurrido – dijo secamente dirigiéndose al médico de más edad.
 - Si señor, parece que este hombre recibió telefónicamente alguna mala noticia, por lo que deducimos, y sufrió un infarto fulminante. Intentamos reanimarlo, pero no hubo nada humanamente posible que hacer. He certificado la hora de su muerte hace unos 45 minutos. – dijo con sobriedad el doctor
 - ¡Uf…vaya día! Pobres personas…Menuda les espera a la compañía de autobuses…- dijo el juez haciendo un gesto con la mano.
 - ¿Pobres…? – preguntó el doctor - … ¿es que ha pasado algo más?
 - Si, si...- contestó el juez recogiendo el móvil del suelo - … ¡vaya! No dudo que este hombre haya muerto de un infarto como usted dice, pero no hay ninguna llamada entrante en este móvil…
 - Ah…bueno, solo era una suposición…- dijo el medico moviendo la cabeza – 
 Y dígame juez… ¿que decía que ha pasado?
 - Ah si…pues nada…hace un par de horas un autobús de esta misma línea, la 36 
 ha chocado aparatosamente con un camión. Dos ancianos han fallecido.
 Un matrimonio…De allí venía precisamente.
 - Vaya… - dijo el doctor con la mirada perdida en el vacío - … ¡que mala suerte!
 Que terrible noticia para sus familias… Desde luego, hay días que sería preferible no salir de casa.
 - Cierto – asintió el juez-…muy cierto.






Gmg 2011



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